¿Por qué escribo? ¿Cómo fueron los inicios? Estas preguntas se las han hecho millones de seres humanos a través de los tiempos, y por tanto yo también me las he planteado, y es precisamente el tiempo, creo, el aspecto a lo que se debe dedicar, en primer lugar, este ensayo, surgido, fundamentalmente, por la necesidad de compartir mis respuestas a las cuestiones que se plantean pero al querer responder me di cuenta que se podría emprender otro tipo de trabajo y es cuando se me hizo necesario indagar en diferentes fuentes, fruto del recuerdo de los momentos en que había acudido a ellas como lector.
Se escribe porque se piensa, sin el pensamiento es imposible escribir; existe una terracota de tiempos del Neolítico, a la que se la ha dado el nombre de El pensador, al igual que al que creara Auguste Rodin, pues vemos un ser humano en actitud pensante y ello nos lleva a afirmar que el pensamiento[1] y, por ende, la filosofía comenzaron desde que el ser humano fue capaz de ver lo que le rodeaba con los ojos de la razón y de ahí pudo ir, poco a poco, encontrando respuestas y las que no logró encontrar pasaron a formar parte de un mundo espiritual, el de los dioses y chamanes, en el que se sumergían las necesidades que no se podían satisfacer, como pudiera ser el dar vida al ser que se perdía, al que se iba al mundo de la oscuridad, a lo desconocido, para así poder, de nuevo, gozar de su presencia. Un deseo, un sueño que sólo es capaz de realizar la fantasía que surge de la creatividad del pensante, en este caso, la de un escritor.
La literatura viene a aportar luz a nuestros sueños y deseos, esa luz que tanta falta le hace al ser humano que se precie de serlo, al que no sólo se preocupa de su hambre fisiológica sino, sobremanera, de su hambre intelectual. Habría que plantearse que se entiende por Literatura y a tal respecto hay que decir que es un vocablo que procede de la lengua latina, de litteratura, y éste, a su vez, de la lengua griega, llegando a manifestar Marco Fabio Quintiliano, retórico y pedagogo del primer siglo de nuestra era, que era un mero calco. En la lengua de los romanos significaba instrucción o saber que estaba en relación con el arte de la escritura y la lectura[2], además de otras acepciones tales como gramática o erudición, entre otras. Ese fue su contenido semántico, es decir, el significado de las expresiones lingüísticas, hasta el siglo XVIII y será en la segunda mitad de dicho siglo cuando pasa de significar la cultura del hombre de letras a especificar una actividad que le es propia, es decir, ya no se refiere a una cualidad de un sujeto sino a un objeto u objetos que se pueden estudiar.
A mediados del siglo XVIII el escritor alemán Gotthold Ephraim Lessing define la literatura como un conjunto de obras literarias. Con el transcurrir de los años sigue cambiando el significado del vocablo y pasado el ecuador de dicho siglo su significado pasa a ser el conjunto de obras literarias de un país, siendo hacia los años ochenta cuando su significado va a ser un fenómeno literario general y no particular de determinada nación (curiosamente el sentido moderno de nación también surge en la segunda mitad del mencionado siglo), tendiendo a un concepto de literatura como creación estética y manera particular de conocimiento. Continuó su evolución a lo largo de los siglos siguientes, XIX y XX, pasando a significar el conjunto de producciones literarias de una época (literatura del siglo XV o XVI…); de un determinado origen o tema (literatura fantástica, literatura femenina…). Todo ello nos lleva a reflexionar sobre cuál es el verdadero significado del vocablo y, para cerrar esta cuestión me parece interesante acercarnos al ensayista y crítico literario portugués del siglo XX Jacinto do Prado Coelho en su deseo de definir el termino literatura y en su obra Problemática da História Literaria, del año 1961, en donde manifiesta: “pertenecen a la Literatura, según el concepto hoy dominante, pero en la práctica frecuentemente obliterado, las obras estéticas de expresión verbal, oral o escrita.” No queda ahí la cosa sino que se complica ya que debemos distinguir entre el lenguaje literario y el no literario y en ello seguimos.
Miguel de Cervantes nos dejaba algo escrito sobre determinados eruditos[3]: “Hay algunos romancistas que en las conversaciones disparan de cuando en cuando con algún latín breve y compendioso, dando a entender a los que no lo entienden, que son grandes latinos, y apenas saben declinar un nombre, ni conjugar un verbo.” Ese problema siempre se ha tenido y es inevitable pues son muchos los atrevidos que al mundo de la literatura se asoman creyendo que todo es tan fácil como sentarse a escribir y que salga lo que salga. Hace falta formación y creatividad, que no está relacionada con lo puramente académico pues es una cuestión innata a determinados seres humanos, que les viene en los genes; cuando se unen formación académica y creatividad, generalmente, surgen obras maravillosas. Evidentemente son dos cuestiones que se complementan y haber hay muchos, y muy buenos, escritores que han tenido una formación autodidacta, por lo que no es necesario que todos pasen por academias, escuelas o universidades pues autores de tales características todos tenemos en mente. Eso sí, es importante tener en cuenta, y así poder extenderlo al mundo de la literatura, lo que decía[4] Gregorio Marañón: “Todo problema de pedagogía y de ética expuesto ante un público de oyentes o de lectores tiene interés o no lo tiene, según sea el orador o el escritor. No hay normas fijas sobre lo que es perfecto en la enseñanza o en la conducta moral, porque lo mejor en estos aspectos de la vida humana, es siempre lo que sea más eficaz. Y la eficacia no depende de las normas abstractas, sino del modo de aplicarlas. Un plan de enseñanza irreprochable es manos de un maestro incapaz no sirve para nada.” Esta manifestación nos da pie para reflexionar, y mucho, sobre diferentes cuestiones que fueron y siguen siendo hoy en día preocupación o al menos una cuestión de debate en el mundo de la literatura y de la cultura, en general.
Me preocupa, sobremanera, desde hace muchísimos años, y me sigue preocupando, algo que sin saberlo, en su momento, a Schopenhauer también le preocupaba y dolía[5]: «la alabanza deshonesta de lo malo», eso es lo que le duele, y el silencio ante el trabajo de mérito, porque la mala crítica, la crítica interesada, «eleva a verdad lo que es un engaño». ¡Cuántos engaños y despropósitos se han visto y se ven hoy en día en los diferentes aspectos de la cultura y, por ende, en el mundo de la escritura! Hay que tener cuidado en el cómo se afronta una lectura pues, como escribía Schopenhauer[6]: “Leer es pensar con la cabeza de otro en lugar de con la propia.”
¿Por qué he decidido escribir sobre este tema? A esta pregunta creo que debo responder al final de este ensayo. Por tanto observo que hay miles de trabajos en cuanto a la escritura, de los más variados escritores y críticos, de pensadores y docentes, aportando recomendaciones sobre el cómo se debe escribir, cosa que está muy bien pero sí que habría que reflexionar sobre lo que vemos, día sí y otro también, cual es repetir las maneras del maestro, de aquel que iluminó o mejoró a determinados discípulos o seguidores, que acuden para llevar a cabo, entre otras cuestiones, el deseo de escribir y es aquí donde comienzan mis dudas, aunque todo depende de los objetivos que se tracen los que a los enseñantes se acercan. En principio, y eso es obvio, todo escritor que se precie debe buscar su propio estilo, cuestión que no es nada fácil, pues será la manera de que aquello que desea socializar tenga su propio sello.
Si muchos de los que hasta ahora se han aventurado en el fascinante mundo de la literatura hubieran seguido sólo las pautas de sus maestros no hubiesen surgido muchos de los genios que ha dado la historia en cualquier campo del saber; algunos no hubieran dejado para el mundo de la cultura sus personales aportaciones pues existe la posibilidad de que se habría limitado, de manera errónea, a seguir, al pie de la letra, los dictados de algunos de los que les precedieron y en el mundo de la creatividad el que deja huella es, precisamente, aquel que no se atiene a normas previas, salvo a las que no se pueden obviar, y aborda su creatividad desde su personal punto de vista, muchas veces siendo incomprendidos en el momento en el que les tocó vivir. Se puede ser muy buen pintor, escultor, fotógrafo o escritor pero no se llega a superar ese escalón, algo muy difícil de conseguir, si no se es transgresor y es con ese ejercicio de convencimiento y valentía cuando se comienza a palpar lo que les hace diferentes del resto.
Escribía Esteban Pujals en su obra Drama, pensamiento y poesía en la literatura inglesa[7], en el capítulo que titulaba William Wordsworth: Un poeta con programa, algo que se podría aplicar a cualquier tipo de escritor: “La aparición de un poeta genial constituye un acontecimiento singular para una cultura. El gran poeta es el hombre que con la gracia vivificante de su genio despierta a sus semejantes del letargo de la costumbre y les muestra aspectos de la naturaleza y de la vida con la fuerza virgen de la nueva creación; es el hombre magníficamente dotado de poder receptivo y de capacidad creadora y expresiva, a quien la vida habla con lenguaje más directo que a los otros mortales; es, en suma, más rico en facultades y está mejor dispuesto que los demás para captar las vibraciones del mundo y transmitirlas a sus semejantes, imponiéndoles el sello inconfundible de su personalidad.”
En el alma humana y, por ende, en el pensamiento, desde los comienzos de los tiempos siempre estuvo, en todas las culturas, la poesía y es por ello que desde lo más primigenio, desde que el ser humano es capaz de expresar sus sentimientos, ha habido, y seguirá habiéndolo, un diálogo, a través de la literatura, que hará ver y analizar los más profundos problemas del hombre[8]. ¿Será la palabra, tanto oral como escrita, la que nos salve de las catástrofes que están por venir, lo que hará que los seres humanos se entiendan? Indudablemente será la que, poco a poco, nos vaya uniendo, a través de las creaciones de todos los que, de una u otra manera, intenten transmitirnos los beneficios de la palabra. De idéntica manera como las palabras de los diferentes dioses, para los creyentes, será la palabra del ser humano, para los libre pensantes, la que busque las soluciones a los problemas de la humanidad.
¿Recuerdan aquella pregunta a la que no le di respuesta pues pensaba que era el momento para responderla el final de este ensayo sobre la escritura? Pues el momento de contestarla ha llegado y es que un buen amigo, muy buen escritor actualmente, hace ya unos años, se dirigió a una persona que en el mundo de la escritura tenía ya una reconocida trayectoria, recibiendo la siguiente respuesta: “Dedícate a otra cosa”. No sólo fue cruel y poco inteligente, el mal consejo, sino que la trayectoria del que se supone más sabía no se puso al servicio del que necesitaba de su consejo, mostrando que para ser maestro, un auténtico guía, hay que tener, en primer lugar, una buena dosis de humildad, generosidad y bondad. El ser humano del que salió aquella injusta recomendación no cayó en la cuenta que el tiempo y el deseo de mejora puede hacer cambiar, y de hecho así ha sido, situaciones que se pudieran creer difíciles de superar.
Además hay otro tema que se debe abordar cual es la diferencia de trato que encumbra, al menos por momentos, a unos y relega a otros generando, en algunos casos, daños irreparables en aquellos que comienzan o que esperan un atento y docto consejo. Es mejor animar a mejorar que hacer caer sobre las ilusiones de los nóveles pesadas espadas de Damocles. Pienso que es mejor que cada uno haga lo que sus capacidades le permitan y así llegue donde pueda y no llenar de piedras, o de muros castradores de felicidad, un camino que ya de por sí es duro y plagado de dificultades.
No podemos olvidar que a lo largo de toda la vida hay ocasiones, y tiempo, para ir cambiando y el amigo al que hago alusión es un claro ejemplo de ello, de admirable superación y de mejora, basada en la humildad, la escucha, el estar abierto a otras formas de hacer, la lectura y, por ende, el estudio y en el deseo de superarse cada día. El tiempo, aquel factor de inicio de este ensayo, es el que se va a erigir en gran protagonista pues es el que va a colocar a cada uno en su sitio, unos superaran el tiempo que les tocó vivir, a través de sus hechos, y otros, en cambio, a pesar del apoyo recibido, se van a ir opacando, poco a poco, pues los apoyos se van como también se irán yendo los apoyados. Vive tus ilusiones y no pienses en tocar cielos con las manos pues pisarlos es cuestión de las capacidades que cada uno posea y, lo más importante, siempre habrá grandes olvidados que vendrán de nuevo al ahora cuando alguien les dedique algo de su tiempo y les presente, de nuevo, en sociedad.
Juan Francisco Santana Domínguez
Poeta
Director General de la Academia Norteamericana de Literatura Moderna para el Reino de España
[1] Historia del pensamiento. Varios autores. Dirección: Juan Manuel Prado. Página 2. Barcelona 1983. Ediciones Orbis, S. A. Tomo 1.
[2] DE AGUILAR E SILVA, VÍTOR MANUEL: “Teoría de la literatura”. Editorial Gredos. Madrid 1972. Página 11 y siguientes.
[3] BÁIG BAÑOS, AURELIO: “Ideario de Cervantes”. Tomo II. Madrid 1930. Ediciones Jasón. Página 79.
[4] MARAÑÓN, GREGORIO: “Vocación y ética”. Espasa Calpe. Madrid 1936. Página 23.
[5] ALBERDI, PILAR: “Sobre la lectura y los libros: Schopenhauer”. Reseña del día 28 de noviembre de 2015.
[6] SCHOPENHAUER, ARTHUR: “Pensar por sí mismo: sobre los libros y la lectura”. Universidad de La Laguna. Día del Libro y de la Biblioteca. Año 1999. Serie: Textos/1. Página 10.
[7] PUJALS, ESTEBAN: “Drama, pensamiento y poesía en la literatura inglesa”. Ediciones Rialp, S. A. Madrid 1965. Página 207. En su Capítulo 9, dedicado al poeta William Wordsworth.
[8] LAVALETTE, ROBERT: “Historia de la Literatura Universal”. Ediciones Destino. Barcelona 1970. Página 403.