La Reconstrucción

BEBER de la FUENTE del CONOCIMIENTO para ENVEJECER CON DIGNIDAD. Brenda Rojo

Coincidiendo con el nuevo año, en pleno conticinio y vislumbrando el nuevo amanecer, reflexiono ante el acontecimiento que tendrá lugar en pocas horas; mi cumpleaños.
En nuestra sociedad, la conmemoración del día en el que nacimos es motivo de celebración, y tras mi profunda meditación para dar con las respuestas a algunas de las preguntas que a lo largo de mi vida me he hecho en cuanto al famoso elixir de la felicidad, el protagonista en cuestión “el paso del tiempo”, me ha regalado a través de mi búsqueda, algunas introspecciones sobre algo tan importante como la llegada de la vejez y su sentido.

¿En qué basamos el tiempo para considerar un año como tal?

Seguramente en el tiempo que tarda nuestro planeta en girar sobre su eje con respecto al sol. A través de los siglos, cada cultura y población lo computaba a su manera contando con diferentes días y horas según el planeta que era siempre algo decisivo. Así, egipcios, romanos, hebreos, chinos, musulmanes y aztecas entre muchos otros, disponían de sus propios métodos para medir el año basándose en múltiples calendarios, aproximándose a lo que vendría a ser el registro exacto acortando y dando horas al reloj para hacer cuadrar las 24 horas de los 365 días que computan los registros solares o lunares dada la inexactitud que lleva a cabo el año.

¿Realmente nos complace cumplir un año más?

Si hacerlo es motivo de celebración, ¿por qué nos aterra lo que ello conlleva?, ¿ qué celebramos realmente?

En el espejo, al que acudimos día tras día como si de una invocación al oráculo se tratara, hallamos a través de su materia, la respuesta muda que nos ofrece el paso de los años sigilosos en las indeseables arrugas de nuestro rostro que muestra el inexorable paso del tiempo.  Así nos lo han hecho creer desde que tenemos uso de razón, considerando esos marcados pliegues en la piel, algo terrible que hay que detener, entrando en una vorágine que aún sabiendo invencible, intentamos obstaculizar. Y sutilmente vemos despuntar las primeras marcas día tras día que anuncian con más velocidad de la que desearíamos, el imparable inicio de la madurez, la misma, que nos diferenciará poco a poco de los más jóvenes, dando paso a la señal que recuerda a quien ignora, que van directos hacia la triste condena del fin, lo que diferencia contrariamente a otro instruido grupo en la materia, que comprende que el paso del tiempo es uno de los mejores aliados para alcanzar objetivos y triunfos personales en la esperanza de desarrollar los propios talentos con un claro objetivo.

¿He nacido con un don? ¿Quizás varios? ¿Cuál es el mío?

Todo lo que necesitamos para vivir en un estado de felicidad está a nuestro alcance, y es tan genuino que no permite adquirirlo en lugar alguno, ni pagar por su obtención. El descubrimiento se gesta fruto del sufrimiento extremo provocado por enfermedades, erróneas elecciones laborales o relaciones tóxicas de las que se vale el universo que como lava de volcán, estalla con la fuerza imparable del profundo de nuestro verdadero ser, zarandeándonos incomprensiblemente en forma de tristeza, insomnio o depresión, dando con ello una clara información de la imperiosa necesidad de abandonar las infelices rutinas que nos han llevado hasta semejante situación, para conectar con nuestras verdaderas capacidades y pasiones en las que el encuentro espiritual es especialmente valorado por el sujeto, que una vez alineado con lo que mejor se le da hacer, haya una mágica conexión energética en su vida. De modo que, si no estamos en orden con lo que hemos venido a desarrollar, el universo que no entiende de días, noches ni de momentos ideales, ejecuta en cada uno de nosotros, exactamente lo que necesitamos valiéndose de leyes universales infranqueables, aunque no comprendamos su significado. Si la búsqueda es verdadera y profunda, es el individuo quien por voluntad propia, rechazará distracciones vacías o drogas con inocentes nombres que actúan en apariencia como simples ayudantes para un mundo que ha ensalzado el estrés como símbolo de «gente trabajadora y responsable».

Por otra parte, ante la indagación superficial, la búsqueda puede resultar engañosa al caer en la trampa de ayudas externas como algo aceptable, solo porque socialmente están bajo la aprobación gubernamental, cuando es de sobra conocido que a la larga no se diferencian de otras consideradas prohibidas que acaban aniquilando al Ser.

En muchas ocasiones, los mismos doctores de familia oprimidos por un reducido espacio de tiempo destinado para cada paciente, buscan una rápida y eficaz ayuda para hacer frente al insomnio o mitigar el sufrimiento por depresión, y cambian palabras que podrían resultar “sanadoras”, por una silenciosa prescripción médica conscientes de sus indeseables efectos secundarios.

No hay más que reconocer el alto índice de consumo de narcóticos en los países más desarrollados del planeta para entender el grado de adormecimiento y soledad existente en nuestra sociedad. Admito que soy extremamente crítica con las observaciones que me motivan a escandalizarme desde la comodidad de mi sillón ante algunas de las cuestiones que, con inicial mirada neutra segrego hacia imágenes y comunicaciones subliminales de un simple canal de televisión popular.

Me entristece profundamente ver como este, en su gran poder de difusión, arrastra falsos y malignos contenidos en sus mensajes, paralizando el proceso natural filosófico de pensamiento en el hombre, formando con su ya “inseparable compañía”, a crear muchos de los apegos que pasamos de una generación a otra.

Narcotizados con desmedida normalización en la más aberrante de las formas (despreciando el tesoro interior que albergamos dentro), asentimos en nuestra cómoda ignorancia al engaño que hemos permitido al sistema, robotizándonos en la sociedad y alejándonos de nosotros mismos cada día más. Aunque la tentación me impulsa a desarrollar muchas de las trampas en las que caemos para actuar como meros servidores del régimen establecido, me centraré solo en una: el paso del tiempo y el proceso de envejecer con dignidad.

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¿Por qué repudiamos la vejez?

Quiero aclarar que mi crítica nada tiene que ver con la belleza de nuestro cuerpo a la que es lógico amar y cuidar, ni que decir tiene con la magnífica y saludable tarea de realizar ejercicio físico para mantenernos en forma, utilizar cremas y maquillajes para sentirnos más atractivos o realizarnos una operación de cirugía estética que mejore una parte de nuestro físico. El verdadero problema radica en el mensaje encapsulado dentro del deseo de la detención del tiempo, el poco autoconocimiento personal que, analizado desde nuestro presente, da a entender la oculta repulsión que escondemos en la aceptación de la propia vetustez y en consecuencia, el ataque directo que representa para nuestra dignidad personal.

Mens sana in corpore sano. ¿Sabemos quienes somos?

No somos solo un cuerpo físico, el ser humano en su correcta conexión entre la mente y el cuerpo descubre la iluminación de su camino a través del tiempo recorrido. Las arrugas, forman parte del proceso de la naturaleza con el sentido de indicar no solo la extensa y marcada traza tatuada en la piel indicio de nuestra majestuosidad, sino también de la oportunidad de desarrollo concedido, además de la sucesión del propio legado señalando a otros el camino a seguir. Con ellas, el universo vuelve a dictaminar sus inalterables leyes naturales evidenciando en nuestro físico, otra etapa que, de conocerla y aceptarla con gratitud, cambiará radicalmente la visión de nuestra vida. Sin embargo, el anclaje en la etapa más lozana que manifiesta nuestra sociedad, aterrada ante la pérdida de la efímera belleza juvenil, se aferra a la lucha por borrar la señal de nuestro paso por la vida por un motivo; no nos han enseñado a amarnos en todos los procesos que de estar vivos alcanzaremos, siendo de vital importancia aceptar consecuentemente con amor y dulzura al anciano al que daremos paso progresivamente, manifestando nuestra gratitud por la posibilidad de haber permitido culminar el trayecto, transformándolo en todo un triunfo personal; uno de los más importantes en la vida de un ser humano. Hasta ahora una gran mayoría de personas condena este proceso apartándolo en un oscuro rincón en el que es mejor no pensar y, abandonándonos un poco a nuestra suerte, buscamos desesperadamente la clave que nos ayude a mantenernos inamovibles en un solo estado encubriendo el consecutivo, con operaciones donde a corte de bisturí o pinchazos a base de ácidos, pretendemos borrar el signo de una vida vivida y de nuestro paso por ella, paralizando la grandeza de la naturaleza y obteniendo la baja autoestima para quien repudia su precioso paso hacia la madurez. Creados con un fin, la perfección en el ser humano no conoce límites y de igual manera sucede con el proceso de la belleza iluminadora de la vejez, la del amor más puro que el ser humano puede tener; el que profesa hacia sí mismo, amando y admirando todas sus facetas y las del prójimo de manera sana y verdadera hasta llegar a la etapa final de nuestra vida. Para afrontar la vejez necesitamos la aceptación y compasión social adecuada para hacer frente al proceso en cadena, de ello depende la formación que le ofrezcamos a nuestras futuras generaciones. Sin duda negar el paso del tiempo en nuestro cuerpo, nos abocará entre otras cosas a uno de los mayores fracasos, el de no descubrir el regalo más grande que la vida puede ofrecer; el de escuchar las dulces notas de nuestro Ser, único y perfecto cuanto el universo.

¿Qué seguridad me puede dar una sociedad que limita mi éxito al paso del tiempo?

Por añadidura, no hay más que ver la condena que ejerce la sociedad contra la vejez, a la que desprecia demostrando su vergüenza ante la aparición de un símbolo como son las arrugas, motivo interpretable de orgullo, satisfacción y éxito personal. De igual manera sucede en el mundo laboral donde personas llenas de vida y de deseo por ejercer una profesión, se ven rechazadas incomprensiblemente por sus seleccionadores, fruto de los miedos y estadísticas injustificadas que apartan a una parte de profesionales experimentados con mucho que aportar todavía a la sociedad en el espacio de los “inservibles”. ¿Cómo hemos llegado a esta situación? ¿Quién la impulsa? ¿Cuál es la manera de luchar para hacer desaparecer esta injusticia social con la que nos encontramos la gran mayoría? Bajo mi punto de vista, a través de un seguimiento formativo impulsado por el desarrollo de las habilidades, considerando de vital importancia el crecimiento bajo una preparación interior que ayude a la constante superación de muchas de las situaciones con las que tendremos que hacer frente en cualquier etapa de nuestra vida. Aunque formadores y maestros están cada vez más sensibilizados con el desarrollo de los valores personales de sus alumnos, estos siguen siendo demasiado superficiales, dándole mucha más importancia a lecciones específicas de enseñanzas matemáticas, lingüísticas, sociales, etcétera. Con la consiguiente nota que encumbrará a la persona, al éxito o al fracaso en cuestión, asumiendo que nuestra valía se halla única y exclusivamente en el juicio de otros en todos los ámbitos de la vida, de ahí que algunas cuestiones de dificultad personal mine la ficticia torre de naipes que construimos basada en el alcance material como epicentro de nuestro éxito personal. La poca seguridad que crean las constantes evaluaciones externas y la cantidad de apegos adquiridos nos aleja del control de nuestras emociones internas, convirtiéndonos a lo largo de nuestra existencia en seres vulnerables y, una vez convertidos en adultos, en “carne de cañón” para el sistema, haciéndonos caer una y otra vez en las garras del propio ego y consecuentemente actuando exactamente como “el ciudadano perfecto” para las grandes industrias. Las nuevas generaciones que emergen, además de una formación basada en la proyección laboral que es fundamental para el progreso en su profesión, necesitan autoconocimiento para entender los diferentes estados personales a los que en un futuro están destinados, en primer lugar, para desarrollar las facultades con las que hemos nacido y en segundo, como única manera de sobrellevar procesos que puede resultar abrumadores en un futuro y no depender únicamente de factores y juicios externos. Distinguir la importancia de las relaciones humanas para apoyarnos en cadena por ideales basados en creencias sólidas y significativas, tiene la intención de acompañarnos en nuestra etapa final para sentir el valor que con nuestro recorrido aportaremos en la evolución social, reconociendo en la vejez un trayecto victorioso y fuente de sabiduría al servicio de futuras generaciones, evitando la prolongación del actual sentimiento de fealdad, torpeza y marchitez en los protagonistas del proceso, repercutiendo en su entorno para el futuro de generaciones.

¿Podríamos imaginar una vida sin la huella del pasado dejado generosamente por nuestros ancestros, evaporando nuestra historia o las valiosas aportaciones de mentes brillantes y desarrolladas que han pasado por el mundo para avanzar cada vez más? ¿Es posible que desplegaran sus capacidades anulando por factores externos sus pensamientos?

¿Qué significa para nuestra sociedad el éxito?

Una sociedad que basa la felicidad en el consumo de bienes materiales como; casas, coches o marcas en general, engloba estos objetos en el ansiado estatus social que concibe la dicha, en la obtención de estos para sentirnos triunfantes socialmente a través de juicios externos. Desafortunadamente, la placentera sensación de efímera permanencia conduce irremediablemente al aburrimiento y, como insaciables víctimas del inconformismo, recorremos interminables ruedas de hámster en la esperanza de alcanzar factores externos que nos produzcan nuevos placeres para hallar la ansiada fortuna que contrariamente a lo que nos han hecho creer, nos aleja cada vez más de nosotros mismos. Una colectividad que normaliza productos extremamente venenosos por gobiernos, como; pesticidas de plantas y hormonas o esteroides de ganado, son solo algunos de los motivos que llevan a cabo enfermedades que sorprendentemente también hemos normalizado. Vergonzosamente se homologa alcohol, tabaco y una lista interminable de ansiolíticos, antidepresivos y benzodiacepinas, base predominante del imperio de laboratorios farmacéuticos contribuyendo a la riqueza de estos últimos, para anestesiar los despertadores naturales con los que hemos sido consagrados desde nuestro nacimiento, apagando el despertador natural que nos ofrece el universo sacudiéndonos sin piedad para alinearnos con lo que nos ha sido dado. ¿Qué tipo de fiabilidad me puede dar un sistema basado en gobiernos irresponsables, políticos sin escrúpulos o corruptos medios de comunicación que basan su escaparate en las ganancias económicas personales? ¿Qué recibimos a cambio de nuestro tesoro más importante? La respuesta es; aparente seguridad y soluciones para nuestros insufribles problemas, algunos de ellos anteriormente descritos que se pueden resumir como algo de pan y agua, dentro de la cárcel del consumo, manejándonos a su antojo en un planeta de recursos llenos, gracias a uno de nuestros mayores enemigos: el ego, transformado en miedo e implantado desde generaciones gracias a los apegos. Imaginemos una sociedad de personas autosuficientes y generosas con el prójimo. ¿Y si en vez de almacenar en nuestra mente cualquier cosa, nos nutriéramos de sabias enseñanzas impartidas por mensajeros de todos los tiempos? ¿Jugaríamos el mismo rol en este sistema?

¿Por qué obviamos algo tan importante para el ser humano?

Ojalá al leer estas palabras escritas desde la intuición, en las que me reconozco humildemente como una simple aprendiz de la vida, os acerquéis a la magia de vuestro interior para descubrir que aún haciendo frente a los problemas que nos asignan, podemos llegar a un estado de felicidad personal constante donde nadie puede irrumpir.
Y aunque la presentación de los regalos materiales de mi cumpleaños resultaba socialmente más popular, después del sufrimiento y de la consecutiva revelación, ya no hay vuelta atrás para entender que la negación de narcóticos, el fin de algunos medios de comunicación que no aportan y la conexión interior, ofrecen unos beneficios tales que después de alcanzarlos, la magia del enorme poder que albergamos se va apoderando poco a poco de nosotros, para mostrarnos un desafío día a día en nuestro camino que tiene mucho sentido, el verdadero sentido de la vida.

El elixir de la eterna juventud está escondido en el único lugar en donde a nadie se le ocurre buscar, en nuestro interior.”  Javier González Martín.

Brenda Rojo

Escritora

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