El III Reich fue mucho más que una historia de ambición desmedida por crear un inmenso imperio, mucho más que una lucha por el poder, tierras, riquezas o la dominación de un pueblo sobre los demás. Fue un intento de implantar una nueva religión, una nueva conciencia y forma de ser, una reconstrucción perversa del mundo. Buena parte de las elites de aquella Alemania de los años 30 y prácticamente la totalidad de la cúpula de las SS tenían como fin principal y último este cambio de modelo social. Su implantación fue sutil, pues aunque pueda parecer lo contrario, los nazis no tenían el poder absoluto. Sus creencias ocultistas chocaban frontalmente con el cristianismo profundo de la cúpula militar del Ejército, quienes se hubieran sublevado y derrocado del poder al partido nazi si este hubiese acabado con el cristianismo para implantar sus creencias paganas tal y como era su pretensión. No, Himmler y sus SS reservaban esa purga final una vez se hubiese ganado la guerra, mientras, asentaba las bases de su nueva religión y convertía a sus SS en un ejército fanático invencible reforzándolo con sus armas secretas (Las famosas Wunderwaffen).
Aun así, no es nada despreciable la influencia que tuvo esta religión entre lo pagano y lo ocultista en buena parte de las decisiones de Hitler. Es imposible exponer en un artículo todas estas creencias y sus repercusiones en el rumbo del III Reich, pues se requieren varios libros para explicarlas, sólo pretendo dar unas pinceladas y animar al lector interesado a que indague por sí mismo en esta fascinante y no muy conocida faceta de la historia.
Es difícil exponer en qué consistía esta nueva religión que los nazis trataban implantar, pues es una amalgama delirante de mitos greco-romanos, nórdicos y germanos, mezclados con partes cristianas, leyendas artúricas, hechos históricos como la victoria de Arminio sobre los romanos en la batalla de Teotoburgo y teorías… digamos que extravagantes, por ser suaves, de médiums y augures como Karl Maria Willigut (conocido como el Rasputín de Himmler), el esquizofrénico paranoide que fue la piedra clave y amalgama de toda esta locura. La tarea es ardua, pero trataré de daros las pinceladas más importantes de esta locura.
Ya vimos que la base de la mitología nazi era la creencia en la existencia de una raza superior, que moraba en las profundidades de la tierra, los hiperbóreos que podríamos asimilar a los atlantes y los arios, que gracias a una tecnología superior y una sustancia llamada Vril, habían logrado sobrevivir a un gran cataclismo refugiándose en el interior de la Tierra. Esta idea adoptada del libro “La Raza Venidera” de Lord Lytton, miembro de la Sociedad Rosacruz Inglesa, sería entremezclada entre otras con los mitos clásicos de la Atlántida, Última Thule y el diluvio Universal y una interpretación corrompida de las teorías de Madam Blavatsky sobre el alejamiento de las religiones de la verdad absoluta. Los nazis se vieron a sí mismos como los herederos de esa raza ancestral, caída en desgracia y “corrompida” por las religiones y su mezcla con otras “razas” habitantes en la tierra, como los judíos o los eslavos, a los que consideraban inferiores, inframenschen.
Los nazis creían que purificando la sangre de los arios, se recuperaría el antiguo esplendor y las dotes sobrehumanas de los hiperbóreos, este es el origen de las leyes racistas de Nuremberg y la base del Holocausto. Esta demencial teoría impulsó la creación de dos organizaciones básicas en el III Reich. La primera de ellas, la Ahneberbe, se dedicaría a tratar de demostrar como verdadera toda la ideología racial, enviando expediciones al Tibet o el Caucaso en busca de la pureza aria. La segunda, más pragmática, será la Organización Todt, encargada de construir toda la infraestructura civil y militar necesaria para lograr este fin, entre sus metas estaba construir alrededor del castillo de Wewelsburg un nuevo Vaticano que se convertiría en el centro de la nueva religión.
La guinda a esta teoría racial y esotérica la daría Karl Maria Willigut (diagnosticado esquizofrénico paranoide, pasando 3 años en un sanatorio mental) convenciendo a Himmler de que los antepasados germanos profesaban, “cuando aún existían dos soles en el firmamento” según él, una religión llamada Irminismo que adoraba a un Dios llamado Krist. Los cristianos, judíos y masones (a los que llamaba wotanistas) se habían apropiado de Cristo y de la Biblia que, según él, había sido escrita originalmente en germano. La habían pervertido, y por tanto, todos ellos debían ser destruidos.
Las teorías raciales no solo fueron la base del Holocausto nazi, también tuvieron influencia en el desarrollo de la guerra. Para Hitler, nórdicos, ingleses u holandeses también eran arios. En su demencia deseaba que se unieran a él para conquistar y dominar entre todos ellos el mundo. Fue por ello que Hitler paró sus tanques en Dunquerque y no acabó con los aliados, con la vana esperanza de que se unieran a él, vista su superioridad invencible, en la nueva guerra contra Rusia que ya ideaba. También fue lo que originó que ordenará la muerte de todos los holandeses en vista de su inquebrantable determinación de proteger a los judíos, los consideraba traidores a la raza. Sólo la intervención de Felix Kersten, el médico de Himmler, lo impidió, negándose a tratarlo de sus terribles dolencias si no impedía que el Führer llevara a cabo semejante plan.
También fue Willigut quien más introduciría las teorías de los antepasados germanos en el ideario nazi. Recuperaría el uso de las runas nórdicas y elaboraría toda la simbología de las SS: El sol Negro, los anillos de la calavera… o la sala y mesa redonda que estableció en el castillo de Wevelsburg, emulando las leyendas artúricas y que aún se puede visitar. Allí se reunirían los 12 “apóstoles” de las SS, sus miembros más destacados y morarían al morir en la cripta ante una llama eterna zoroástrica, convirtiéndose el lugar en el “Nuevo Vaticano”. Desde aquí se ordenó la búsqueda de los objetos sagrados que según Willigut lo eran del Irminismo, como el Grial, El arca de la Alianza o la Lanza de Longinos, incorporando parte de la mitología cristiana a la nueva religión.
En sus delirios, Willigut también aseguraba que miles de años atrás ya existían reyes germanos y por ello instó a Himmler a establecer el centro de las SS en Wewelsburg, la zona más mágica según él de toda Alemania, pues en pocos kilómetros se encontraba el lugar donde Arminio venció a Roma y un lugar sagrado: La Externstein, las rocas sagradas donde realizó excavaciones arqueológicas para buscar vestigios de aquellos reyes de los que decía ser descendiente. Al no encontrar nada simplemente falsificó los hallazgos haciendo traer piezas arqueológicas de otros lugares.
Las contribuciones a este ideario no terminaron aquí. Hans Hörbiger, un exitoso ingeniero fundador de una fábrica de todo tipo de válvulas y que a día de hoy sigue siendo de las más importantes a nivel mundial, contribuyó a esta amalgama esquizofrénica de teorías con la más delirante de todas ellas: El Mundo de Hielo, en base a la cual La Vía Láctea era una estela de bloques de hielo, formándose el Sistema Solar por la colisión de una estrella muerta cubierta de hielo con el Sol. El impacto había generado los planetas y sus satélites. La Tierra había tenido en el pasado varias lunas -la actual sería la sexta- que habían ido cayendo en una sucesión de grandes ciclos históricos, la caída de la penúltima luna habría originado el cataclismo conocido como Diluvio Universal, obligando a los hiperbóreos a refugiarse en las entrañas de la Tierra.
Suena disparatado, sí, y lo es… y mucho, pero los nazis necesitaban desacreditar el origen judeo-cristiano de la humanidad y abrazaron con entusiasmo estas ideas. Mundo hielo aseguraba que parte del interior de la Tierra se había fundido, dando refugio a los arios, esto implicaba que había grandes túneles en el interior que conectaban los diferentes puntos de la Tierra. Había diferentes puntos de entrada a este mundo subterráneo, siendo los polos las principales puertas de acceso. Este delirio, aunque suene increíble, fue la principal motivación para que la Ahneberbe patrocinase la expedición de Alfed Richter en 1936 a la Antártida. Deseaban encontrar esos accesos para contactar con la raza superior, obtener su tecnología y tenr un modo de desplazarse por la tierra sin ser vistos. Es cierto que el control de la caza de ballenas para asegurarse el aceite de pescado tan necesario para la fabricación de la dinamita, el reclamar un territorio vasto lleno de recursos y el tener una base en el Atlántico Sur desde donde cortar las rutas de abastecimiento de Inglaterra desde la India eran otros motivos importantes para realizar la expedición, pero el descubrimiento de Alfred Richter de tierras sin hielo en la Antártida, fue el verdadero éxito de la misión, pues significaba dar validez a sus teorías. Otra expedición tendría como objeto el dar validez a la teoría de Mundo Hielo, la de Edmund Kiss en 1928 a Tiwanaco, en el altiplano boliviano, único lugar que teóricamente quedó por encima de las aguas tras la caída de la 5ª Luna y a la que se consideraba colonia atlante y por tanto aria.
Hoy nos puede dejar atónitos que semejantes ideas se abriesen paso, pero hemos de recordar la historia para no volver a cometer los mismos errores, pues que más de cien años después de esta locura de teoría vuelve a cobrar fuerza desatinos como los terraplanicistas, los anti-vacuna o la suma idiotez de tomar desinfectante para matar el covid-19. Nos movemos entre el avance de la conciencia y la involución, reconstruyamos la sociedad sin dejar de lado lo espiritual, desde luego, pero siempre desde la ilustración o volveremos a cometer los graves errores del pasado.