El ser humano tiene un afán de trascendencia que le ha permitido alcanzar grandes logros y así ha dominado la Tierra, ha creado el Arte y sigue descubriendo e inventado cosas inverosímiles. Para todo ello se ha valido y se vale de su capacidad de comunicarse con los individuos de su misma especie, su capacidad de entrega y sacrificio a causas nobles y el esfuerzo común. Además, la búsqueda de la Felicidad, la curiosidad y una inquietud constantes han ayudado en todo ello, tanto bajo la protección de los astros, como bajo la de los dioses, el Padre Creador o la nada, según los tiempos. Este panorama se ha torcido en muchas ocasiones cuando alcanzar esos logros artificiales se volvía la máxima prioridad, utilizarlos para fines egoístas era el gran objetivo, imponerlos a otros parecía lógico porque así lo dictaba un supuesto sentido común de falso progreso o cuando se buscaba el poder porque generaba en quien lo exhibía un placer voluptuoso al imponerse a los demás. Por ello, entre otras razones, se produjeron guerras, dictaduras e ideologías extremistas varias. Hoy se añade a todo ello que la trascendencia que se busca es cortoplacista y que no se habla de la memoria de las personas sino de fama y cada vez es más frecuente obsesionarse con alcanzar un breve destello en una red social, que genera luego la frustración y tristeza de apagarse y que precisa un esfuerzo constante por volver a destacar. Pretenden destacar en el mundo virtual que es falso y está dirigido en su trastienda por máquinas cuyo objetivo es hacer dinero y para ello añaden publicidad o comercian con los datos suministrados por infelices usuarios que creyéndose protagonistas son, en realidad, meros productos intercambiables y manipulables. ¿Estoy realizando una crítica severa al nuevo paradigma del ser humano y sus smartphones? -No. Tan solo constato la transformación en los hábitos, que ya observamos en las generaciones más jóvenes, para indicar que este gran cambio se está produciendo sin guía alguno, bajo la imposición imperceptible y certera de algoritmos que conocen las debilidades de las personas.
De la misma manera que una población se organiza para el gobierno de un país y decide quién debe gestionarlo a través de fórmulas democráticas como las elecciones, la sociedad actual debería ser capaz de diseñar un sistema que permita aceptar y rechazar los valores, los principios, los modelos y los objetivos que están imponiendo las fuerzas externas que gobiernan las comunicaciones, asentadas en el consumismo y el materialismo. Esas fuerzas que crean un nuevo mundo digital (Google, FaceBook, Instagram, etc.) unas veces ofrecen instrumentos útiles para la vida ordinaria (un navegador, un buscador, etc.) pero otras ponen en marcha sus grandes ordenadores para imponer costumbres y actitudes. Han comenzado por indicarnos cuáles son los placeres que debemos buscar para encontrar satisfacción y luego nos suministran, a través de atractiva y personalizada publicidad, la oferta que puede ayudar a alcanzarlos. Para ello se basan en técnicas de marketing y en millones de datos procesados mediante Inteligencia Artificial. Ya lo estamos sufriendo resignadamente. Su manipulación puede llegar a derrocar gobiernos legítimos, a imponer dictaduras o a alterar la pacífica convivencia entre los pueblos. Conviene no dejarse guiar por sus informaciones ni por sus recomendaciones.
Esta mañana he visto amanecer sobre el mar mientras la luna llena se ponía al otro lado del horizonte. Era un maravilloso paisaje natural que no entra en el listado informático del gran sistema en toda su dimensión, salvo para añadir color a una lista de fotografías en una red social. ¡Probemos a reflexionar sobre lo que realmente queremos creer, hacer y nos gusta! ¡No dejemos que otros nos lo indiquen salvo que se trate de maestros o referentes contrastados, con los que además se puede discrepar hasta alcanzar el criterio y el gusto propios! Y cuando sepamos lo que queremos en la vida y lo que realmente nos produce satisfacción, con la razón y la sensibilidad como guías, busquemos una persona -o varias- con quien alcanzarlos y compartir el logro; y con quien luego divulgarlo a los demás de manera directa y personal, intercambiando la experiencia y la sonrisa que conlleva. Se trata de una tarea maravillosa que requiere cierta rebeldía frente a lo que hace la mayoría o frente al abandono que dicta la comodidad. Creo que el resultado puede satisfacer y que vivir en libertad vale la pena. ¡Yo me apunto!