Al igual que todo está en continuo cambio, este artículo empezó escribiéndose antes del plan de desescalada, durante el confinamiento obligatorio en casa.
La historia está cambiando. Se está escribiendo ahora mismo, mientras escribo y lees estas líneas.
Esta crisis saldrá en los libros como parte de la historia, pero posiblemente o casi seguramente, lo que no saldrá es para qué pasó esta pandemia… Qué sentido tuvo… Qué lecciones a nivel personal, sistémico, social, y espiritual aprendimos a raíz de esta devastadora experiencia… Qué valores ganamos a raíz de una crisis tan fuerte (la más grande en la historia de Europa, y en el mundo, desde la Segunda Guerra Mundial).
Las cosas no pasan porque sí, con lo cual, lo único que podemos sacar en positivo, es todo el fruto que dé cualquier situación, por insólita y dura que parezca. Sin tener en cuenta este enfoque, no sólo el humano está condenado a pasar por otras crisis y a repetir así patrón, sino que está destinado a su extinción, y de una manera merecida.
Llevo muchísimos años gritando al aire la enorme pérdida de valores humanos que estamos experimentando en los últimos 40 años, que son los que me han permitido vivir y experimentar esta vida en este planeta, y o bien se me ha tomado por loco, o he sido criticado de conspiranoico, o simplemente no se me ha escuchado. Lejos de querer parecer un profeta del tres al cuarto, todos tenemos en nuestro ser además del sentido común, una voz interior que me dice, que si no ponemos ya un cambio de actitud en el Planeta como humanos, la próxima, tal vez no lo contemos.
La contaminación se había desplomado. El Planeta volvió a respirar y nuevos estudios han demostrado cómo el agujero de la capa de Ozono se ha cerrado notablemente en esta última etapa.
Nos hemos abrazado desde los balcones, lo cual nos ha hecho experimentar sensaciones antes desconocidas, con personas desconocidas. Estamos siendo más humanos. Estamos recuperando los valores perdidos. La pregunta es: “¿cuánto durará esto?”
Teniendo en cuenta el comportamiento humano de los últimos miles de años, posible y tristemente, ni un día, porque el humano es muy bueno en muchas cosas, pero no lo es tanto aprendiendo, y menos, ¡siendo consciente! Sólo hemos tenido que observar cómo hemos afrontado los dos primeros días de desescalada. Paseos marítimos y calles parecían un festival de magnitud Tomorrowland o un Walking Dead.
No hemos demostrado ser lo suficientemente despiertos para preguntarnos: “Un momento: ¿por qué ha pasado esto?… ¿Tendrá algún sentido? ¿Para qué me ha pasado este accidente?… ¿Y por qué me ha pasado ya varias veces lo mismo?… ¿Por qué repito patrón?… ¿Será que hay algo que tengo que aprender de todo esto?… Y si lo hay, ¿será que entonces hay un motivo para todo y nada pasa porque sí?… Siendo así, ¿podríamos decir que todo parte de (por llamarlo de alguna manera) un plan divino?”
Éste es parte del problema de la humanidad, la falta de consciencia. Algunos lo llaman “ESTAR DESPIERTOS o DORMIDOS”. Etiquetas de nuevo, pero que nos hacen plantearnos la realidad que vivimos.
Pues ahora desde nuestras casas, aún recluidos en parte, es momento de reflexionar todo esto, antes de volver a la normalidad, la cual era el problema.
Es hora de mirar hacia dentro, desde el silencio que tan rico en respuestas es, y tanto poder tiene, y sentir cómo debe ser la “nueva normalidad” que queremos y merecemos en nuestras nuevas vidas.
Lucha por un mundo más consciente, y sé el cambio que quieres ver en ese mundo.