Todos hemos estudiado en la escuela el famoso lema de la Revolución Francesa “Libertad, Igualdad, Fraternidad”. ¿Pero sabemos realmente qué significa?¿Qué implicaciones tiene?¿Cómo sería la sociedad occidental si hubiésemos sabido aplicar estos ideales?¿Es posible aplicarlos?, y en tal caso ¿Cómo hacerlo?
Ciertamente vivimos unos tiempos en que debemos dar de nuevo un paso al frente y encontrar nuevos sistemas de gestión de los recursos humanos, económicos y culturales que se ajusten mejor a las necesidades que como sociedad y como individuos tenemos hoy día, puesto que las instituciones políticas llevan tiempo demostrando que no son capaces de amoldarse a lo que los tiempos le exigen. Desde que el pueblo parisién tomó la Bastilla en 1789 hasta hoy hemos disfrutado de grandes avances sociales. La Revolución Francesa sirvió, ciertamente, para transformar los estamentos sociales y acabar con el absolutismo en pro de la burguesía. Con la Revolución industrial nació una nueva clase social, el proletariado. Entre ambos, burguesía y proletariado, llevaron a cabo sucesivas revoluciones liberales a lo largo del S.XIX para que su voz llegara a las instancias de poder. Pero tardamos casi dos siglos en conquistar los derechos sociales que hasta ahora disfrutábamos; y tuvimos que sufrir de un desastre mayúsculo como la 2ª Guerra Mundial (más los años del franquismo en España) para acabar con los totalitarismos e implantar definitivamente una democracia participativa. Aquella democracia conquistada con sangre, sudor y lágrimas empieza a manifestar síntomas de agotamiento y debe reinventarse. Pero la solución no está en revoluciones violentas, sino en la actitud individual. ¿Esperaremos a que el destino nos golpee más fuerte o que la muchedumbre asustada, sin nada que perder, protagonice otra revolución sangrienta, como fue la Revolución Francesa? En la continua evolución del ser humano hay puntos de inflexión en que la humanidad debe afrontar su destino para atreverse a realizar cambios que, fuera de determinados contextos, no se atrevería a hacer. Yo, humildemente, pienso que estamos en la encrucijada perfecta para empezar a pensar cómo queremos ser en un futuro cercano y qué retos hemos de batir para conseguirlo. Y pienso, sinceramente, que el lema de la Revolución Francesa sigue estando vigente, pero esta vez hemos de entenderlo de verdad y aplicarlo bien para que no acabe en una dictadura del terror como la vivida en los años posteriores a 1789. Necesitamos una “Re-Evolución”, pero no una revolución social violenta, sino una re-evolución individual pacífica. Será la suma de cada uno de nosotros lo que beneficiará a la sociedad en su conjunto.
“Libertad, igualdad y fraternidad” se ha convertido en un mantra vacío que repetimos como si entendiéramos lo que decimos y como si verdaderamente hubiésemos incorporado tales valores a nuestro acervo cultural.¿Nos hemos parado a pensar qué significa? Para entender este lema hemos de interpretarlo en un contexto ilustrado donde la razón intenta abrirse camino en la jungla de la fe, el dogma eclesiástico y las monarquías absolutas. Es decir, los poderes superiores decían qué y cómo debías pensar. Siempre había una autoridad externa y paternal que inducía al pensamiento “autorizado” impidiendo, salvo en grandes individualidades, el desarrollo de un pensamiento propio. Fue entonces cuando la filosofía, las logias y la incipiente ciencia intentaron anteponer el raciocinio a la fe y dar una estructura al mundo conocido: la naturaleza y el ser humano; cómo organizar la sociedad y el estado. Montesquieu propone la separación de poderes que hoy se aplica en política; y nace la Enciclopedia en un intento de educar y empoderar al individuo frente al magma impermeable de la moral católica. De sus reflexiones podemos deducir que existen tres esferas básicas bien diferenciadas en la sociedad, esenciales para el correcto desarrollo como individuos y como comunidad. A saber, la esfera cultural, la jurídica y la económica. La esfera cultural es la que nutre lo más íntimo del individuo, es su faceta espiritual, sus ideas, su pensamiento, su religión, su educación. La esfera jurídico política es la que rige las normas de convivencia entre los individuos, es decir, las leyes que la sociedad ha decidido crear para resolver los conflictos de una comunidad. Y la esfera económica es la que vela por el desarrollo material de los ciudadanos.
Si entendemos esto es muy fácil interpretar las palabras Libertad, Igualdad y Fraternidad (así con mayúsculas). Simplemente hay que relacionar cada uno de estos ideales con la esfera adecuada. No se ajusta cualquiera de estos ideales a todas las esferas explicadas. Cada ideal encuentra su pleno sentido en un ámbito social concreto para conseguir un equilibrio en la sociedad y los individuos. Si no fuera así estaríamos destinados a un desequilibrio social, y por tanto a una enfermedad social como la que hoy vivimos, que requiere de urgente sanación. Expliquémoslo más detalladamente.
Decimos que el ámbito Cultural corresponde a lo más íntimo de la persona, allí donde moralmente no debemos entrar ni imponer nada porque es donde habitan las ideas, el pensamiento, lo espiritual, la sexualidad, la educación o la religión. Aquí debe primar la Libertad individual. No tenemos derecho moral para imponer a nadie valores de su vida íntima. Cada persona debe llegar a ellas por decisión libre. En estos últimos siglos hemos ganado la libertad de expresión, de reunión, de prensa o de manifestación. Pero nos falta la más importante de todas las libertades: la libertad de pensamiento. Esta solo se consigue desarrollando la conciencia, la autenticidad y la coherencia, valores en extinción en esta sociedad postmoderna que se vanagloria de la mentira. Creemos que pensamos libremente, pero no es así. Si antes el pensamiento estaba sometido al yugo del poder y la fe (como hemos explicado), hoy están mediatizadas por las ideologías políticas, los eslóganes publicitarios, los medios de masas y las tecnologías. Para pensar libremente hay que aprender a pensar objetivamente, sin dejarnos llevar por intereses externos ni emociones internas. Somos educados en tantos prejuicios que no somos capaces de soltarlos para alcanzar un pensamiento lúcido y objetivo. Debemos educar en la búsqueda de la Verdad, no de la opinión. Libertad no significa hacer lo que uno quiere cuando desea, sino no estar sometido a imposiciones propias (deseos, adicciones, pensamiento ideologizado,…) o externas, para llevar a cabo nuestras responsabilidades. Hablar de Libertad en este contexto daría para una tesis, pero esto es un simple artículo y debe ser breve.
La esfera jurídico social se corresponde con el ámbito de lo político, que es lo que hoy día dictamina nuestras normas de convivencia social. Estas deben estar regidas por la Igualdad. Igualdad de derechos y de oportunidades. La política tan sólo debe velar por que todos seamos iguales ante la ley y se asegure el respeto y la dignidad de todos los ciudadanos. No podemos interpretar “Igualdad” como que todos somos iguales, puesto que es evidente que no lo somos ni lo podemos ser, aunque nos quieran reducir a un número con derecho a consumir y pagar impuestos: el ciudadano como mero consumidor y contribuyente. Hay que apreciar y fomentar el valor de la diferencia, sea cultural o personal. Y para respetar esta diferencia me atrevería a cambiar la palabra “Igualdad” por la idea de “Equidad”. Cada persona es de naturaleza diferente, tiene distintas necesidades, distintas capacidades, y sus circunstancias sociales y económicas son diferentes. ¿Se le puede exigir a un cojo que corra la misma carrera que un atleta sano, la misma distancia en el mismo tiempo? ¿Se le puede exigir a un niño las mismas responsabilidades que a un adulto? ¿Se le puede exigir a un autónomo pagar los mismos impuestos que a una gran empresa? Todos somos diferentes, luego no podemos aspirar a la igualdad, sino a la equitatividad. Es decir, según nuestra naturaleza, capacidad y circunstancia cada cual merece una exigencia y una responsabilidad amoldada a cada caso. Como el maestro exige a cada alumno lo que sabe que da de sí para llegar a la excelencia de su crecimiento. Esta difícil misión es la que debe ejercer la esfera jurídico social, pero para eso necesitamos a politicos sabios, empáticos, sensibilizados y voluntariosos. Es decir, educados en lo cognitivo, en lo emocional, la ética y la capacidad de acción. Para lo cual son esenciales las artes y las humanidades y, sin embargo, se están reduciendo en los currículums escolares.
Vamos a la tercera esfera, la Económica, la que vela por el desarrollo material de todos. Esta es la que debe regir la Fraternidad, no la competencia. La finalidad es tener todos cubiertas nuestras necesidades básicas para vivir dignamente, y además que cada cual aporte a la sociedad sus talentos, sin preocuparse de lo material. Con el paradigma de pensamiento consumista de hoy esto nos parece una completa utopía, porque vivimos en la doble polaridad consumismo o comunismo, dos extremos de una misma moneda. ¿Y si buscamos un camino intermedio? “Frater” significa hermano y ayudarnos como hermanos deberá ser la tónica general. Sé que esto es imposible concebirlo hoy día, pero debemos tender a ello en el futuro. La economía es asociativa por naturaleza. Nadie es autosufuciente por sí mismo. Todos precisamos del trabajo de los demás para cubrir nuestras necesidades: ropa, comida, transporte, sanidad, cultura, educación, etc. Necesitamos al vecino, es el principio de dependencia mutua. La economía ya se basa en esa interrelación de las personas, sin embargo la hemos deshumanizado porque ya no atiende a personas sino a mercados financieros. Su único propósito es acumular capital a costa de los demás. El dinero es la savia del gran árbol de la economía. Si la savia no llega a todo el árbol, las ramas se van muriendo y ese árbol no podrá dar fruto. Si se acumula sólo en el tronco o en las raíces, el árbol morirá. Ese es el mal que asola a la economía del capitalismo, basada en el consumismo indiscriminado, la acumulación de capital y la competencia destructiva. Si somos conscientes que todos formamos parte del mismo árbol, quizás podamos entender mejor la idea de Fraternidad en la economía.
Estos ideales “Libertad, Igualdad y Fraternidad” deben ser autónomos y relacionarse entre sí sin perder su independencia. El problema viene cuando un ámbito invade a los demás desde el ideal equivocado saltándose las más elementales normas de la ética. ¿Qué pasaría si la esfera económica (Fraternidad) invade a la esfera cultural (Libertad)? Libertad en la economía es el capitalismo neoliberal que impera hoy, el mercado libre. Es decir, las empresas y multinacionales son libres de hacer negocios y especular con cualquier producto aunque suponga el desempleo, la miseria y el hambre de numerosa población en todo el mundo. Por supuesto en nombre de la Libertad, pero a beneficio de solo unos pocos. Igualdad en el ámbito económico, sin embargo, sería el comunismo. Pero ya hemos aclarado que no todos tenemos la mismas necesidades y por tanto no se puede homogeneizar la economía. La Fraternidad en la esfera política es la corrupción, el tráfico de influencias y la defensa gremial. No se defiende éticamente la Verdad, sino al compañero de partido. Es evidente que si nos saltamos el principio de equitatividad no es posible la justicia social, ni la libertad, y por tanto el ámbito jurídico político debe regular la economía e impedir el abuso financiero para mantener la respetabilidad y la dignidad de todos los ciudadanos. ¿Qué pasaría si lo jurídico político (Igualdad) invade a la esfera cultural (LIbertad)? Sería proselitismo, adoctrinamiento, dogmatismo, censura. ¿Se puede imponer por decreto una religión? Impensable. Sería propio de otras épocas. Pero ¿Se puede imponer por decreto una educación para controlar el pensamiento de los futuros ciudadanos? Desgraciadamente es lo que vemos a diario asegurándose cada nuevo gobierno de imponer una nueva ley educativa que se ajuste a su ideología.
En definitiva, es la diferencia entre estar gobernado por ideologías partidistas (de cualquier color), o estarlo por grandes ideales. Convertir unos en otros nos aleja del camino de la Libertad, de la Equidad y la Fraternidad. Si fuerais mis alumnos os pondría como ejercicio la búsqueda de más ejemplos cotidianos como los expuestos arriba, para analizarlos a la luz de esta nueva mirada. Dejo a reflexión del lector tal actividad, que puede ser muy fructuosa.
Esta reinterpretación del lema nos puede dar muchas pistas para analizar situaciones cotidianas a nivel individual o colectivo. Porque lo que exigimos a los políticos, a los bancos o al vecino, nos lo debemos exigir a nosotros mismos. ¿Estoy invadiendo la vida íntima del prójimo, queriendo saber detalles de su vida que no me corresponden, o manipulándole, negándole su libre elección?¿Soy equitativo con los demás, y en lo que espero de los demás? ¿Soy yo quien toma libre y responsablemente mis decisiones o las dejo en manos de mi padre, pareja, jefe, gobierno…?¿Me permito llamar corruptos a los políticos mientras intento evadir impuestos? Que cada cual se plantee sus preguntas. Las instituciones políticas nos irán decepcionando cada vez más porque tenemos que despertar nuestra autoridad interior y empoderarnos frente a la autoridad impuesta de fuera. Pero sólo sucederá si la podemos ejercer libre y responsablemente, es decir, con libertad de pensamiento, empatía, ética y consciencia. Podemos despertar a ello de dos modos: conscientemente a través de la autoeducación, sacrificio mediante; o inconscientemente a través de los golpes que nos dará la vida para que sea el dolor lo que nos haga despertar, como está sucediendo con esta pandemia que, creo que tiene que ver con esto. La Re-Evolución individual exigirá un cambio de paradigma tan grande que aún no lo podemos comprender. Pero hay que iniciar ya el camino del cambio para prepararnos a lo por-venir.
José Alcalá Malavé
Historiador del Arte, docente, y exfotógrafo