¿Qué somos realmente?
“Lo esencial es invisible a los ojos”
El principito, Antoine de Saint-Exupéry.
Si todos damos un paso al frente el mundo será diferente. Si lo damos a un lado, la balanza se inclinaría y perderíamos el equilibrio. Si cada uno lo da en el sentido que quiere, la suma de ellos no es productiva. Solo si caminamos en una dirección, el sentido de cambio tiene mayor fuerza.
Gracias a la evolución y crecimiento del córtex cerebral, el hombre ha desarrollado una capacidad que le diferencia sobre el resto de los seres vivos que habitan este planeta, la inteligencia. ¿Pero exactamente qué es? Según la RAE en su definición de la palabra, es la facultad de la mente que permite aprender, entender, razonar, tomar decisiones y formarse una idea determinada de la realidad. Hasta aquí la explicación que podemos dar mediante el lenguaje escrito, y la cohesión de palabras que hagan que nuestro raciocinio aglutine lo que se quiere expresar, hace que ese privilegio de inteligencia nos dé la capacidad de saber, entender y comprender la profundidad de las palabras, para poder comunicarnos con nuestro entorno, y nosotros mismos. Eso nos hace ser uno de los seres más privilegiados en inteligencia del planeta. No sólo somos diferentes físicamente al resto de animales, que se supone son menos evolucionados en rasgos, caracteres y forma, si no en la capacidad de ser conscientes para ayudarnos a mejorar, o inconscientes para darnos la capacidad de huida. Así de simple. Pero hay otra cualidad que nos hace ser diferente, y nos dio la libertad de progresar más rápido por el mundo, ser bípedo. Este hecho evolutivo nos hizo desarrollar cualidades que hasta ese entonces no habían tenido oportunidad de abrirse camino. Este gesto hizo que fuésemos capaces de crear, aprender, entender mecanismos de supervivencia, que, unido a la inteligencia, abrió las perspectivas de conquista del mundo. Diseñamos objetos que fuimos perfeccionando a la medida que nuestra masa gris crecía. Pasamos de ser inconscientes a conscientes, a saber ver la vida desde otra perspectiva, donde la inteligencia jugó un papel fundamental, para el desarrollo cognitivo.
Lo que hoy día llamamos evolución, la modificación de la vida primigenia que dio origen a todas las especies y subespecies que se conocen, en el árbol genealógico biológico, despuntamos en uno de los extremos de dicha rama. Y a día de hoy, somos la especie más invasora que habita en este maravilloso planeta azul. Invadir conlleva explotación de recursos, para dar subsistencia a todos los seres humanos que existen. Si fuéramos más conscientes de la realidad de nuestro entorno, de que nada nos separa de la vida de la tierra que nos da la vida, de que nosotros por si solos no seríamos capaces de dar ni siquiera un paso, todo tendría otro sentido. Ser bípedo nos dio un gran margen de expansión. Por ahora ser bípedo + inteligencia = Humano. Pero el humano es mucho más complejo que eso, nos llamamos humanos por tener humanidad, y la humanidad es la capacidad para sentir afecto, comprensión o solidaridad hacia las demás personas. Si analizamos esa definición, podremos comprobar lo lejos que estamos de nosotros mismos, y el camino que llevamos hacia una aventura que no tiene nada que ver con la realidad que nos hizo ser lo que somos. Ese conglomerado de capacidades humanas, es algo más que nos distingue del resto de las especies. Pero seguimos utilizando la inteligencia en superponer otras facetas que manejadas por el orgullo que no es más que la estimación hacia uno mismo y hacia los propios méritos por los cuales la persona se cree superior a los demás. La que hace que cambie el sentido.
¿Realmente esa actitud nos sirve de algo?. Sería cuestión de valorar, y llevar a cabo un análisis metódico de porque nos dejamos atrapar por una faceta de nuestro cerebro, que nada nos aporta, solo creernos diferentes y mejores, cuando todos y cada uno de los que tenemos la opción de respirar el oxígeno que nos da la vida, tenemos secuencias que mostrar al mundo, ni mejores ni peores, si no complementarias.
Toda esta combinación de patrones humanos hace que al fin y al cabo generemos una estructura matemática en nuestro comportamiento, que al final, da como resultado desconexión de uno mismo. Representado por el número cero. Esta álgebra podríamos representarla de la siguiente manera:
La incógnita X a desvelar es igual a bípedo representado al cual se le suma la inteligencia que la divide el orgullo.
X = BÍPEDO + (INTELIGENCIA) / ORGULLO
No hay que ser demasiado listo para darse cuenta de que el resultado será un cero. Los milenios de evolución que ha sufrido la especie humana y que según los estudios cercioran que provenimos del mono (eso dicen), están perdidos en ese segundo de vida que tenemos en relación a los milenios de años que hemos estado en proceso evolutivo. Con un simple chasquido de dedos, hemos hecho que nuestro mundo se colapse. ¿Qué pasaría si la tierra nos diera muestras de su valía? ¿Seríamos capaces de sobrevivir fuera de este paraíso terrenal? ¿Habría posibilidad que millones de humanos pudiésemos usar la inteligencia en beneficio común y no propio?. El humano está en su fase hacia el camino del ictus, porque aquello que destruye es pan para hoy y hambre para mañana.
Dejándonos de matemáticas y cuadraturas deberíamos cuestionarnos, ¿ qué somos realmente? ¿un pedazo de carne que camina sin rumbo? ¿unos seres que poseen inteligencia para destruir en vez de construir? ¿Unos seres que miramos a otro lado cada vez que vemos la realidad que nos rodea? ¿Un conglomerado de razones que nos llevan al colapso? ¿Pulgas en un inmenso y bello Universo que está dando una capacidad que mal utilizamos? Son muchas las preguntas que aparentemente inverosímiles surgen de la ineptitud del comportamiento humano. La glándula de la amígdala que tenemos en el cerebro, es la que en sus inicios evolutivos nos dio los impulsos de supervivencia frente a un mundo hostil. Y ahora aun con la inteligencia desarrollada la amígdala hace que en el mundo hostil que vive el ser humano surja con la misma provocación que en aquella tierra primigenia infectada de peligros. Entre los humanos se ha establecido una desunión y anarquía que los vuelve a hacer diferentes.
A lo largo de la evolución humana miles de culturas se han originado gracias a su desarrollo cognitivo, perceptivo y de razón, en la que han querido explicar su entorno bajo normas sagradas e historias, que durante milenios abonaron los campos intelectuales. Fue la única forma de dar respuestas a incógnitas como la vida misma, la risa, el vuelo, el llanto, la muerte… e identificar cada una con una acción que pudiera dar una visión y explicación clara de su existencia.
El mundo del hoy tiene como base culturas ancestrales que nos han explicado la vida en su esencia, a través de historias fantásticas, que sin duda han creado estereotipos fáciles de asimilar, para dar explicaciones a situaciones, fueran o no divinas, sobre nuestro entorno. Lo invisible, lo hicieron visible, con dioses capaces de destruir con su trono a mundos enteros, gobernar mares y cielos, destronar a dioses, convertirlos en humanos… mortales en los que su sicología girase en un foco común de sentimientos, que fluyeran o fueran contradictorios. En ellos se depositó una balanza, que le diera la capacidad de mantenerla en equilibrio entre sus opuestos. Y la capacidad de raciocinio para establecer en la forma adecuada, siempre que se diera, el equilibrio constante entre sus dos fases opuestas. No hay mal si el bien no existe. No hay bien si el mal no existe. Buenos y malos estamos mezclados, en un trabajo de criba personal, que hará que en todos los aprendizajes terrenales, aprendas a poner la pesa adecuada en cada uno de los lados para que tu balanza esté equilibrada o lo máximo posible.
De estos pequeños dioses que aun surcan el mundo, surge un grito de guerra por su falta de concienciación, no solo de su entorno, si no de sí mismos. Renuncian a hacer visible lo invisible a través de sus actos, y generar un tormenta que lave la cara de un mundo desgastado y dejado a su amparo, sin un rumbo ni equilibrio adecuado. A pesar de ser inteligentes nada cambia.
Si cerramos los ojos se abre un mundo de percepciones al que no estamos acostumbrados. Nuestros sentidos se agudizan y surge otra sensibilidad al mundo que nos rodea. Sensaciones que pueden llegar a desbordarnos, porque no estamos acostumbrados a sentirlas, introduciéndose por cada uno de los poros de la piel. Nos asusta tener sensaciones que nos embarguen y podamos compartir con los demás, que nos hagan ser un poco místicos con los pies en el suelo, livianos y terrenales. Hombres con raíces que hagan que sus ramas se extiendan y den cobijo a otros pájaros que como él, un día voló en busca de nuevas tierras. Deberíamos ser un bosque tupido, un río que bañara mejillas rocosas, gargantas angostas, lugares lejanos… como lo hacen nuestras venas, que son los ríos del cuerpo. Somos un reflejo, patrones que siempre se repiten, a los cuales nos negamos y cerramos por pensar somos producto de una combinación que se dio por casualidad. Es imposible que sea así. Porque tus células trabajan a una, te llevan a una, viven a una, funcionan sin que tú les des órdenes, solo los impulsos que salen de tu ordenador personal, que es tu cerebro, el cual se rige por cada uno de los pensamientos que tienes, y que está a la espera de conocer a través de lo que siente y percibe el mundo que le rodea. Captarlo en su esencia invisible, para que entiendas que sin esa parte, tú no eres nada. Ni tan siquiera, tu inteligencia.
- Negar es obviar la realidad.
- La realidad no necesita otra muestra más que mostrarse en tus actos.
- Entender es parte de tu camino en la vida.
- Comprender es cuadrar en tu cerebro la experiencia que vives.
- Por mucho que dejaste la escuela como la conocemos, tu verdadera escuela sigue en pie hasta el día que no existas.
Cuando destruimos, una parte de nosotros acaba fagocitada por esa destrucción. Cuando construimos, nuevos ladrillos se abren camino en la estructura que vamos construyendo. El delgado hilo que hay entre las dos, es la empuñadura de una daga, a la que sometemos hacia el lado que más nos conviene para obtener, lo que originó ese pensamiento, que nos impulsó hacia uno de los lados. La consecución de un objetivo, se obtiene con un simple acto, que transformamos en gesto, con el cual avanzamos como férreo guerrero. Construyendo una armadura para defenderte de los golpes que puedas recibir, o por el contrario, extender las alas para volar y ver el mundo desde otra perspectiva.
El hombre siempre soñó con volar. Estudió la aerodinámica de los pájaros. El humano en su curiosidad por descubrir, indagó sobre ellas, hasta conseguir imitar en grandes naves el vuelo de las aves. Luego, una vez creada el arma, como siempre, el humano proyecta, crea y modifica su función con su inteligencia primero a la que añade el orgullo, con el cual siembra el horror o abre camino a nuevos mundos de destrucción.
Las alas siempre nos han representado a lo largo de la historia, como un medio de colonización, libertad o sometimiento. Ícaro en ese afán por volar no hizo caso a los consejos de Dédalo, y el sol derritió la cera que unía las plumas, por volar demasiado alto.
La libertad le hizo sentirse capaz de hacer grandes proezas, hasta que viéndose libre quiso ascender aun a pesar de las advertencias.
Al corazón siempre se le puso alas, para darle un significado de movimiento, hacia todos los puntos cardinales. Un amor capaz de llegar a cada rincón de la tierra, y que nadie se quedase con la sensación de un bienestar divino, que surge del corazón infinito que late en nuestro pecho.
Incluso se diseñó una jaula, para mostrar un amor enjaulado. Los mitos y leyendas sobre la vida, es una herencia de nuestros más lejanos ancestros. Y la mitología una influencia muy significativa.
- Somos seres primitivos en nuestros movimientos.
- Los impulsos nos mueven a tener siempre la alerta sobre lo que sucede a nuestro alrededor, el miedo apaga el valor, y hace que tu mundo se transforme.
- Cuando el valor nace eres capaz de enfrentarte a todo hasta llegar a la cúspide la montaña.
- Cuando el miedo aparece, te escondes tras el mundo y buscas justificaciones para dar forma a tu miedo.
Si no esperas nada de nadie, nunca estarás decepcionado
Sylvia Plath
No sólo somos una reacción química llena de conexiones sinápticas. Somos una máquina perfecta capaz de crear o destruir, amar u odiar, sentir o sepultar. Porque, en definitiva, lo esencial es invisible a los ojos, eso es lo que somos.