“Es una paradoja que en nuestra época de drásticos y fulgurantes cambios, cuando el futuro está entre nosotros, devorando el presente ante nuestros ojos , nunca hemos estado menos seguros del porvenir que nos espera”
Eric Hofeer, escritor y filósofo estadounidense.
Comienzo este artículo con esta cita tan clarividente y tan cierta. Efectivamente, el mundo, los movimientos sociales, mutan con progresión geométrica. Todo está en cambio. Todo está inmerso en el caos propio del movimiento hiper acelerado. La inercia de los tiempos nos impulsa hacia un no se sabe dónde. O sí.
Dejando de lado profecías y vaticinios, centrándonos en el análisis de los signos de los tiempos y su estudio comparativo con otras épocas del pasado, se puede afirmar, así lo afirman muchos, que estamos viviendo un cambio de Era. Y así es para todo aquel que tenga los ojos abiertos hacia la realidad y la mente dispuesta para entender lo que pasa a nuestro alrededor.
Es fascinante poder ser partícipes, siquiera como espectador, de momentos como este. Ya se sabe que la historia de la humanidad se divide en ciclos que se van sucediendo y repitiendo. Una nueva era nos abre sus puertas. Y en realidad, no sabemos a qué nos conduce ese pasillo levemente iluminado aún.
Como siempre que un grupo de personas se encuentran en un cruce de caminos indefinido, se polarizan las opiniones. Siempre hay una cara o una cruz, un ying y un yang, un polo positivo y otro negativo.
También en este cruce de caminos hay dos visiones del futuro que nos espera. Bueno, aclaro, dos visiones iluminadas por la razón y el análisis razonado, porque haber hay muchas, aunque la mayoría de sus autores se pierdan en un dédalo de conjeturas absurdas.
Una de las corrientes, la más negativa, apunta hacia una sociedad futura, calcada del libro de Orwel, El gran hermano. Una sociedad global, uniformada y alineada, dirigida de forma autoritaria. Pero este modelo de sociedad no nacería como consecuencia de la imposición dictatorial de ninguna oligarquía, ni de ningún líder carismático en su maldad. Sería una petición voluntaria de los mismos sometidos. Un deseo de no saber, de ser simplemente dirigidos por un superestado paternalista, con un padre severo eso sí. Una forma de atajar la incertidumbre, de asentarse en una cómoda indolencia, aún a costa de sacrificar libertad e iniciativa.
La otra corriente, más optimista, augura una sociedad en que se desarrollen de verdad los principios dictados en aquél otro cambio de Era. Un mundo en que las palabras libertad, igualdad y fraternidad, no sean meros epítetos bien parecidos o simples esbozos de una voluntad incompleta. Una sociedad más justa, en que los intereses del hombre como persona, sean el motor y eje de toda la estructura social política y económica.
Sea como fuere, esto sigue. Si es cierto que estamos llegando a un “Fin del Mundo”
Pero se trata de un fin del mundo tal y como lo conocemos. El fin de una era, más que les pese a quienes han mamado de la anterior hasta dejarles secas las ubres.
No hace falta ser doctor en historia ni en filosofía para saber que esta situación no es nueva en la vida de la Humanidad. Se repiten muchos parámetros anteriores.
Evidentemente cambian las circunstancias. El siglo XV poco tiene que ver con el XVIII o el XXI. Pero si se pueden encontrar muchos elementos de similitud.
Y si hablamos de historia, hablemos de la de aquí, de la de esta tierra llamada España. Un apunte: para quien no lo sepa, España, etimológicamente viene de Hispania, que en griego significa Tierra de conejos. No es coña, Y creo que el nombre hoy en día es muy apropiado, si pensamos en lo que el conejo, como actitud, simboliza en la cultura popular.
Pues bien, en esta tierra de conejos, se siguen escarbando madriguera donde ocultarse.
Allende nuestras fronteras, tienen mejores oculistas, porque desde luego han visto llegar los cambios antes y mejor que aquí dentro. Los han visto llegar y los han afrontado de frente, sin tapujos. Y serán de nuevo otros los que impulsen el cambio histórico que se avecina, España, una vez más, se quedará fuera de este compromiso con la historia. Una vez más y ya van muchas, nos quedaremos al margen de la evolución social. Habría que rogar al Apóstol que por fin abriera las puertas.
Y nos quedaremos fuera de este proceso -bueno siendo un poco indulgentes, tendremos que ir corriendo detrás del tren para alcanzar el último vagón, después de que aquél hubiera pasado por delante de nuestra casa-. Pues eso. ¿La causa cual será? No, no es ninguna maldición gitana. Más bien las causas serán fundamentalmente dos.
Por un lado, la incompetencia de nuestros gobernantes y por el otro la pasividad de un pueblo que permite este mal gobierno. Lo permite y lo refrenda. ¡Manda h …!
Pero que se puede esperar de unas gentes que son capaces de gritar “Vivan las cadenas”. Realmente hemos cambiado tanto desde aquello. No sé, no sé.
No se pueden aportar soluciones de futuro, desde posiciones de pasado. Y en esta España, seguimos empecinados en remover la basura de atrás, espoleando el revanchismo. Seguimos empeñados en seguir modas caducas, como quien se viste con ropa de segunda mano que además no le queda bien. Seguimos ahondando en anacronismo casi medievales, como los separatismos. Pero nos creemos muy modernos y muy progresistas porque permitimos aberraciones que nadie acepta. Habría que dar un curso intensivo sobre lo que significa ser progresista. Aquí se sigue patrocinando el mal gusto, la incompetencia y la caspa. Mientras, tantos y tantos talentos continúan, como hace cien años, buscándose la vida allá por el extranjero.
Valle-Inclán dice en Luces de bohemia: “En España nunca se ha valorado la inteligencia y el trabajo, sólo el dinero”. ¡Cuánta razón, Don Ramón! ¡Cuánta razón!
Señor, Señor. ¡Qué cruz!
El pueblo sigue siendo propenso a buscar distracciones que lo evadan del compromiso con la realidad. Panen et circen. (Fútbol y Carrefour) Y sigue dejándose embaucar por charlatanes de feria. Se adormece con la droga del fútbol, de los realitis y del consumismo, cuando puede claro. Hemos pasado del opio del que hablaba Marx a la heroína social y ciudadana.
Y otro gran problema es que bebemos de la fuente seca que ha sido el siglo XX, yermo de ideas, sobre todo tras la brecha abierta por la I y II guerras mundiales. En aquellas trincheras no sólo se enterraron almas, también ideas y originalidad de pensamiento.
Las ideologías han muerto, al faltarles el sustento del tiempo que las creó, porque las ideologías, todas sin excepción – repito – todas son hijas de su tiempo y de las circunstancias que propiciaron su nacimiento. Y cuando estas cambian, pierden su razón de ser y fenecen. Pero en España no nos damos cuenta de eso, de que lo de atrás no vale si no para estudio y reflexión. De que es necesario crear algo nuevo, radicalmente distinto. Crear una sociedad nueva, para nuevos tiempos. En vez de intentar reanimar zombis decrépitos, se hace preciso, ir al río y acarrear arcilla nueva con la que empezar a modelar.
Pero ahora viene la naturaleza, en acto de defensa propia, y nos para los pies, y nos manda al rincón de pensar, mientras le damos un respiro, para que se oxigene.
Y es que, no sé si es casualidad, que en esta ocasión, sea todo el mundo y su población la que sienta sobre su mano el golpe dado con la regla que nos propina la naturaleza, castigándonos. Ya se sabe que quien bien te quiere, te hará llorar. Y esperemos que esta vez seamos capaces de entender el mensaje, porque a la próxima, será peor.
Igual que empecé estos párrafos con una cita, quiero terminarla con otra, que ilustra el sentido de la resistencia frente a la vulgaridad y la apatía
“Podrán cortar todas las flores, pero nunca terminarán con la primavera”
Ernesto “Che” Guevara
Tito del Muro