Tales de Mileto (624 a.C. – 546 a.C.) es una figura filosófica sobre la que existe un gran misterio. No se conoce ningún texto escrito del que sea autor, y su pensamiento se ha trasladado a través de los siglos mediante la tradición oral y las referencias de otros grandes pensadores posteriores. Sin embargo, se trató de un hombre inigualable: filósofo, matemático, astrólogo, legislador, y sobre todo, pionero en una época en la que las creencias de la sociedad se basaban únicamente en la influencia y designios de los dioses olímpicos.
Como múltiples personalidades que han brillado en el campo de la filosofía, la figura de Tales de Mileto supuso una transición o una evolución para la humanidad, de un calado tanto o más importante que el paso, siglos después, entre las penumbras medievales y el Renacimiento. Más allá de que Tales predijera un eclipse, que tuvo lugar cuándo y cómo dijo, o de que fuera capaz de desviar el cauce de un río, el filósofo griego rompió con los fundamentos mitológicos de la vida social y en su lugar asentó el razonamiento como la fuente del conocimiento y de la explicación de todos los fenómenos de la vida. El quebranto de los paradigmas fue de tal envergadura que con él se inició la filosofía occidental, haciendo del logos, esto es, de la razón, el pilar maestro de todas las vicisitudes de la existencia, superando al mito, y pasando a la historia como el primero de los siete grandes sabios de Grecia.
Se ha afirmado que Tales de Mileto (y los filósofos que le sucedieron, denominados presocráticos) eran esencialmente naturalistas, esto es, centraban su pensamiento en la explicación de la realidad manifestada a través de la naturaleza, y con ello, de los mismos hechos de la vida humana, no entrando en aspectos de la filosofía jurídica. Sin embargo, yo no comparto esta afirmación. El Derecho es una parte de la vida; es más, rige la misma, por lo que el filosofar sobre el Derecho no puede excluirse del pensamiento de Tales de Mileto, encontrando en su obra un muy importante elemento en este campo.
Tales comenzó a pensar sobre el fundamento primigenio de la realidad, sobre la sustancia primera, denominada arjé. Este elemento común a todo, más allá de lo aparente o visible, y al mismo tiempo constitutivo de la realidad material, para el filósofo fue el agua, sentando la base para que, tiempo después, Demócrito determinase que aquel principio sustancial debía recibir el siguiente nombre: átomo. La cuestión determinante para el Derecho se encuentra en que el primer principio, o la sustancia fundamental del Derecho, es también un arjé. De la misma manera que la realidad tangible se compone de agua o de átomos, constituyéndola, el Derecho ha de tener un fundamento de legitimidad más allá de la norma positiva, y de tal importancia que sin él la propia norma jurídica no puede existir, porque se construye sobre la base de una sustancia primordial, como todos los elementos de la realidad. Tales de Mileto sentó, de este modo, el fundamento capital de la Filosofía del Derecho: el debate sobre la existencia de la razón de ser de las normas jurídicas positivas, su arjé: el Derecho Natural, un concepto éste que la historia se encargó de modular (y en cierto punto desvirtuar) en el devenir del tiempo que después de Tales se sucedió hasta llegar a la actualidad. Lo importante de su pensamiento (y de una forma crucial) fue el cuestionamiento, afincado sólo en la razón, del por qué inicial de la realidad, surgiendo de este modo los primeros pasos de la metafísica y con ello, de su reflejo en el ámbito del Derecho: la explicación metajurídica de las leyes. Tales de Mileto atravesó la materia y se preguntó sobre su causa motivadora, elevando así el razonamiento sobre la realidad hacia lo trascendente, para llegar a la conclusión de que, sin arjé, no puede darse la realidad. Así, sin un Derecho Natural construido sobre el eje de la razón, la norma positiva no puede materializarse como tal, al carecer del principio de la vida; o si lo hace, no será sino una mera apariencia de algo que se presenta como legítimo sin serlo, con todas las consecuencias que de ello se derivan.
En conclusión, Tales ha sido siempre considerado como un pensador de carácter científico, en el sentido de haber colocado la primera piedra intelectual para explicar la realidad separándola del mito o de la leyenda, lo que hasta entonces determinaba el devenir de las explicaciones sobre el mundo. Atendiendo a ello, la importancia de su aportación para el Derecho es doble y máxima: por una parte, el establecimiento del arjé, esto es, del principio fundamental de la realidad, implica que, así como los hechos tienen un origen basado en un elemento común que trasciende la materialidad, el Derecho tiene su fundamento de legitimidad en una serie de principios inmanentes que lo dotan de vida en sentido jurídico: eficacia y obligatoriedad. Lo determinante es el establecimiento de este punto de partida, que a lo largo de la historia fue y es objeto de múltiples consideraciones; y en segundo lugar, las aportaciones de Tales han evidenciado que una adscripción, meramente nominativa, a una línea de pensamiento de corte cientificista, no puede nunca separarse de forma radical de los aspectos metafísicos, que con este pensador comenzaron a dar sus primeros y decisivos pasos. Así, del mismo modo, una concepción del Derecho afincada en el positivismo jurídico no puede desvincularse de los principios del denominado Derecho Natural que le habilitan para producir efecto y ser reconocido como tal Derecho. Las contribuciones de Tales de Mileto en el sentido expuesto se materializaron a través de los tiempos, desde Aristóteles al conjugar la metafísica con el concepto de lo justo legítimo, hasta Kelsen con su norma fundamental legitimadora del Derecho, de base metajurídica. Por lo tanto, el pensamiento de Tales de Mileto tiene un carácter tan esencial para el Derecho como el propio arjé, y sin estas aportaciones la historia de la Filosofía y del Derecho, y los conceptos definitorios de éste, habrían tenido un camino evidentemente muy distinto al que hoy conocemos.
“No vivimos, en realidad, en la cima de una tierra sólida, sino en el fondo de un océano de aire.”
“Aísla tu persona en tu mundo interior y reflexiona sobre el sistema del universo.”
“El tiempo es la más sabia de todas las cosas, porque trae todo a la luz.”