La Reconstrucción

BITCOIN Y LA HISTORIA DEL DINERO. Un artículo de Manuel de Miguel

La historia del dinero, las criptomonedas y el futuro del sistema financiero

Introducción

El valor, utilidad y futuro de las criptomonedas genera acalorados debates. Este papel se adentra en esos debates desde distintas perspectivas, la de las funciones de las monedas y de las políticas económicas, la de la innovación, y la geopolítica; para tratar de alcanzar alguna conclusión sobre el rol de las criptomonedas y su posible desarrollo en el entorno político económico actual.

La reflexión gira exclusivamente alrededor de las criptomonedas. En ningún caso ponen en duda la tecnología blockchain y sus múltiples aplicaciones en relación con todo tipo de criptoactivos.

  1. Funciones de las monedas.
  • Valor de intercambio y evolución tecnológica.

La función de una moneda como valor de intercambio ha tenido el soporte de distintas innovaciones, bajo ninguna de las cuales la moneda necesita tener un valor intrínseco propio: metal, papel y moneda digital.

Para garantizar el valor de intercambio, en el caso de las monedas digitalizadas (hoy todas) se establecieron mecanismos de auditoria y certificación de la existencia y titularidad de esos recursos en cada momento. Sin olvidar que tienen el soporte de una organización política, que llega incluso a garantizar parte de los fondos de los clientes en caso de quiebra de un depositario.

Frente a las digitales, las cripto monedas:

-Técnicamente, pueden ser un mecanismo de intercambio, sin valor propio…cosa que no ocurre hoy con el Bitcoin.

-Disponen de una credibilidad criptográfica…sometida a los desafíos de la ciberseguridad y del próximo desarrollo de los ordenadores cuánticos.

-Y carecen, por el momento, de los mecanismos regulatorios adecuados para disfrutar del apoyo político.

  • Valor intrínseco de la moneda y valor de ahorro.

Ya Platón y Aristóteles se contradijeron al respecto del valor intrínseco o de intercambio de las monedas. El segundo creía en el valor del metal sobre el que se acuñaba una moneda -el valor de las monedas de un propietario, familia, asociación o reino tenía que ser equivalente al valor generado en sus intercambios-. Platón en cambio, a la vista de la especialización y la extensión de los mercados creía que el valor de intercambio no tenía por qué ser el valor del metal que soportaba esa moneda. Creía en la moneda fiduciaria.

Riesgos de la acuñación

El debate entre una concepción y otra se complicó a la vista del peligro de la reacuñación del dinero con valor intrínseco, como se comprobó a lo largo de la historia. Aquellos que tenían el derecho de reacuñación – que fundían y volvían a acuñar la moneda- podían de esa manera apropiarse de parte de los ahorros de los tenedores de esas monedas, bien vía el cobro de una comisión, bien al reacuñar con menos cantidad del metal original o usando una aleación de menor valor.

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China, inventora del papel, extendió su uso a la moneda en el siglo XI d.C. Aunque aquel papel moneda tenía una teórica conversión metálica, esta no se practicaba. Sobre ella se aplicaba el mismo proceso de la reacuñación (el deterioro del papel implicaba una reimpresión con un ingreso para las arcas públicas de alrededor del 3% de valor del billete). Sus defectos empezaron a notarse al continuar con los procesos de impresión sin sustitución y provocar inflación por acumulación de masas monetarias.

Sobre la misma base, la Universidad de Paris en el siglo XIV criticaba los efectos que ello tenía sobre los derechos objetivos, de propiedad y de los contratos.

La reacuñación no supone un problema aparentemente para una cripto moneda. Sin embargo, la volatilidad actual del valor de algunas de ellas la acercaría a los problemas que se describían hace 7 siglos (devaluación de ahorros y derechos).

Oro u otras materias primas

Alternativamente a la moneda metálica, cabe contemplar a estas monedas frente a otros mecanismos de ahorro. El oro, a título de ejemplo, tienen una función refugio, cuyo valor viene determinado por la demanda, una oferta limitada (de la que cocemos su valor -oro extraído o por extraer-) y poca volatilidad.

Frente a otros activos, resulta difícil considerar una moneda criptográfica como valor refugio, dado que tiene características que sustentan su carácter especulativo como la limitación de la oferta en el corto plazo, su coste de generación, una demanda muy elevada, pero aún marginal sobre el total e incertidumbres sobre su función.

Patrón oro

En el siglo XVIII Hume, en sus reflexiones sobre el Estado, reflexionaba sobre la base monetaria y la moneda convertible. Un debate que durante el siglo XIX es permanente en Inglaterra entre los que defendían una u otra postura.

Después del Crac del 29 la prioridad era, al igual que hoy, imprimir dinero para impulsar la economía.  Law, ya en el siglo XX explicaba porque emitir papel moneda podría ser útil de acuerdo con la teoría cuantitativa (incrementar la masa monetaria para incrementar la producción y demanda siempre que no se incrementase la velocidad de circulación del dinero para evitar la inflación) pero avisaba de que, si los tipos de interés no reflejan la realidad del mercado, la inflación sin duda subiría.

A continuación, el acuerdo de Breton Woods de 1944 estableció el valor de una onza de oro en 35 dólares, es decir una base metálica de la moneda de referencia y marcó un tipo de cambio fijo entre el resto de las divisas y el dólar (con una pequeña variabilidad) de forma que existiese una equivalencia para cada una de ellas. Se trataba de fomentar la convertibilidad de las monedas, de rebajar el uso de los tipos de cambio para fomentar bloques comerciales o áreas de influencia y de someter el poder político industrial de algunas naciones a las reglas del comercio internacional.

Volveremos sobre este punto más adelante, pero cabe ir preguntándose como juega en esos debates la aparición de múltiples criptomonedas.

Moneda fiduciaria

El acuerdo de Breton Woods, como medida de corto plazo, fue útil. Sin embargo, dado que las monedas reflejan la capacidad de producir y competir de un país, las diferencias entre las políticas económicas (poco competitivas) y fiscales (con excesos de gastos e inversiones improductivas) de distintos países provocaron que el mecanismo de paridad cuasi fijo inventado entre las monedas y el oro no funcionase, al no ajustarse la realidad competitiva a su enriquecimiento o empobrecimiento relativo.

La paridad con la onza de oro se abandonó en 1958 y desde entonces emitimos billetes o moneda, sin ningún tipo de sustento metálico. Producto de esas decisiones, Estados Unidos enfrentó en los años 70 inflaciones del 25% que se corrigieron con una fuerte reducción de las masas monetarias en circulación.

  • Valor especulativo.

Keynes analizó en detalle el valor de la producción y de la balanza comercial en la que se basaban las concepciones anteriores del dinero y propuso un nuevo enfoque. A su capacidad como medio de pago y de acumulación de reservas añadió la conceptualización como activo especulativo. Esta interpretación establece que el dinero tiene un precio que afecta al comportamiento sobre el ahorro, nuestras rentas totales, que o bien gastamos en consumo o invertimos.

Esa reflexión dio lugar a distintos tipos de políticas e instrumentación de las bases monetarias.

  1. Instrumentos de política.

2.1 Monetaria.

Keynes evolucionó la teoría cuantitativa del dinero (ya avanzada por la escolástica salmantina) al explicar sus comportamientos básicos (que relacionaba la masa monetaria -el dinero líquido disponible en circulación- con los precios y la demanda) y propuso medidas de intervención en la economía, la política monetaria.

Siendo el precio del dinero el resultado del cruce entre su demanda para ser invertido y de la oferta de éste a través de los intermediarios; cuanta más oferta para una demanda dada, menos tipos de interés y viceversa.  Considerar el dinero como un activo especulativo con un precio permitía explicar ciertos comportamientos. Si la rentabilidad del dinero ahorrado fuese baja, tenderíamos a invertirlo en actividades productivas que ofreciesen mayores rentabilidades, actividades que generarían empleo y a su vez incrementarían la demanda y el consumo.

El límite de esta actuación es la trampa de liquidez que dice que, si el volumen de dinero en circulación es excesivo, aún con los tipos de interés muy bajos, los precios caen. Si la expectativa de los consumidores es que los precios de los activos y del consumo caigan, su sentido común los llevaría a no hacer compras o inversiones hasta que esos precios hayan caído, lo cual paralizaría la actividad económica.

Por el momento, las criptomonedas ni forman parte de la masa monetaria (poco volumen y liquidez), ni son parte de los mecanismos de instrumentación de políticas monetarias (emisión o reducción de la masa monetaria), ni se remuneran con intereses.

Una política obsoleta

Keynes decía que la política monetaria solo podía ser útil en el corto plazo ya que no supone más que un incentivo desligado de los hechos reales y de los grados de confianza de las personas.

Por otro lado, Alan Greenspan, el presidente de la FED anterior a la crisis financiera de 2008 advertía en su obra “La era de las turbulencias” de su dificultad para establecer políticas monetarias estabilizadoras dentro de Estados Unidos a la vista de que los países ahorradores estaban interesados en prestar dinero a los desarrollados y endeudados. Dentro de una economía global, vender deuda para reducir la masa monetaria de un estado nación ya no era realista.

2.2 Fiscal

La política fiscal propone por su parte reactivar o frenar la economía de forma temporal a través del gasto y de la inversión pública.

Keynes añadió la actividad pública a la ecuación de la producción, tanto es su capacidad de gasto como de inversión. Partiendo de una realidad prexistente (los estados ya entonces gastaban mucho en burocracia, seguridad, inversiones y nacionalizaciones), propuso su instrumentalización para fomentar la producción y creación de empleo con el fin de conseguir un incremento del producto o demanda agregada de un país.

La teoría de las políticas de estabilización dice que durante las épocas de crecimiento económico los estados deberían subir los impuestos para crear reservas (destinadas a futuros gastos sociales), bajar su grado de intervención en la economía y reducir la masa monetaria para subir los tipos de interés y evitar la inflación. Al contrario, en épocas de escasez se deberían bajar los impuestos (para fomentar la actividad), intervenir gracias a las reservas creadas en épocas de bonanzas (tanto en gastos sociales como los subsidios de desempleo o en infraestructuras) e incrementar la masa monetaria para rebajar el coste del dinero y fomentar la actividad. De esta forma los ciclos económicos serían más suaves y la economía y el empleo más estables.

Límites

Entre la revolución industrial y la maduración del capitalismo de estado/financiero, el mundo enfrentó más de un siglo de revoluciones y guerras europeas y mundiales que desataron tres esfuerzos económicos por parte de los estados nación: el bélico, el de la construcción de las estructuras de los estados nación para financiar su creciente burocracia y los inicios del estado del bienestar.

Aun siendo la fiscal una política de medio plazo, que en ningún caso puede sustituir a la realidad natural del largo plazo y solo podría depender de la actividad privada y de las políticas económicas que sustentasen ésta; las políticas fiscales (la intervención-estabilización de los mercados) y los impuestos tomaron un protagonismo económico nunca visto.

A pesar de que Keynes reconocía que la política fiscal tiende a ser poco eficiente y a ocupar el espacio del sector privado y que por lo tanto su uso debería ser limitado en volumen y hacerse con criterios de austeridad -y es que las políticas fiscales vienen acompañadas por incrementos de impuestos a los ciudadanos y empresas -; ante las crisis económicas, se insiste en la fabricación de dinero y de instrumentos financieros para apoyar la capacidad de producir e incrementar el empleo. Desde entonces, los bancos centrales de cada país incrementan el dinero en circulación y financian a sus estados, con las consecuencias que ello tiene.

Sin embargo, más allá de las consecuencias (ineficiencia, inflación), están los límites. Un estado nación o su banco central puede emitir en tanto su deuda o moneda tenga credibilidad para captar el ahorro de otras regiones. Muchas naciones, algunas europeas, carecen ya de esa confianza.

¿Tienen las nuevas monedas la capacidad de ser usadas por los bancos centrales en el ejercicio de sus políticas fiscales? Por extensión, aquellas empresas que emiten en Euros, Dólares u otras monedas (atendiendo al mercado donde tengan sus necesidades de financiación), ¿se financiarían en esas nuevas monedas?

La escuela neoclásica y de Chicago.

La escuela neoclásica en los años 60, encabezada por Samuelson, puso en negro sobre blanco el choque entre las teorías de intervención monetaria y fiscal basadas en Keynes y la realidad del momento. Sus propuestas eran un retorno a los fundamentos, de ahí el nombre de esta escuela. Samuelson recuperó la importancia de la capacidad productiva competitiva de un país sustentada en políticas económicas de largo plazo.

Más tarde Friedmann y la escuela de chicago recuperaron la idea de que incrementar las masas monetarias es una fuente de inflación y que la volatilidad de corto plazo de las políticas monetarias es una fuente de inestabilidad. Se aceptó entonces el principio de la curva de Philips, que establece que las políticas estabilizadoras monetarias no surten efectos, dado que las empresas y los ciudadanos las anticipan y reaccionan en consecuencia. Dicho de otra manera, solo funcionarían en la medida en que fuesen sorpresivas.

2.3 Comercio exterior. Tipos de cambio como medida de política económica.

Los tipos de cambio entre monedas tienen su fundamento en la equiparación del coste de las cosas en regiones con distintas monedas y en la mayor o menor demanda de éstas y son, por tanto, el reflejo de una realidad económica.

Entre las políticas monetarias y fiscales y la verdaderamente importante, la política económica de largo plazo, se usa el tipo de cambio de una moneda para fomentar el comercio exterior y competitividad aparente de una economía, si bien, como cualquier instrumento, su uso tiene un coste y un efecto de corta duración.

De aquí se derivan dos formas más de comparar a las monedas de los estados nación con las criptomonedas. Por un lado, la especulativa. La actual previsión sobre el valor de las monedas de los estados nación se basa en las expectativas económicas, acertadas o no; pero de muy distinto signo a la especulación actual alrededor de las criptomonedas volátiles. Por otro, como instrumento de fomento de la competitividad, que solo se puede aplicar sobre la divisa nación y en ningún caso al resto de las criptomonedas “estables” (una virtud de las últimas más que un defecto).

Realidad, innovación e implicaciones

1. La realidad del mercado.

Las transacciones económicas ya son en un 98% digitales, quedando solo un 2% del valor en monedas y billetes.

Ese altísimo porcentaje de los depósitos de los particulares y empresas están en bancos privados, a partir de los cuales disponen de multitud de herramientas para hacer sus cobros y pagos de forma sencilla, instantánea, multicanal e internacional.

Las empresas, por su parte, demandan servicios complejos (desde operaciones de comercio exterior a instrumentos de tesorería y pagos), atendidos por el negocio mayorista

Este dinero digital tiene hoy un grado de estandarización tecnológica que es el que ha facilitado la facilidad de uso, conveniencia y comprensión por parte de los ciudadanos y empresas.

Sin olvidar que el dinero actual tiene unos niveles de control elevados, por parte de los reguladores, y de seguridad informática.

Por su parte, los bancos privados mantienen depósitos en los bancos centrales de cada país, para lo que disponen de avanzadas plataformas técnicas.

2. Innovación.

Para dar respuestas a algunas demandas de los usuarios, los participantes en el mercado van proponiendo nuevas soluciones, que podríamos clasificar en tres bloques.

-La “tokenización” del dinero digital.

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Es decir, la creación de monederos virtuales que permiten transferir el dinero actual de nuestras cuentas a los, por ejemplo, teléfonos móviles para que, sin necesidad de estar conectados a internet, podamos hacer pagos en sustitución del metálico, acercando nuestro dispositivo a otro teléfono o TPV.

Estas soluciones tienen los mismos riesgos que el monedero físico – en caso de robo, la pérdida se limita al dinero o los tokens del monedero electrónico- y la ventaja de que dejaríamos de cargar con monedas o billetes, sin olvidar los costes que la gestión de las monedas y los billetes suponen para el sistema.

Apoyada en la facilidad regulatoria y tecnológica, sin duda esta práctica se extenderá y ampliará la gama de medios de pago actuales (tarjetas, Bizzum, transferencias…).

-El uso de la tecnología blockchain para dotar de mayores funcionalidades al dinero bancario.

Un “smart contract” por ejemplo, sin cambiar los fundamentos del sistema, dota a los proveedores de servicios financieros de mayores herramientas para instrumentar cobros y pago en relación con determinadas transacciones y acuerdos entre partes, especialmente en el mundo de las empresas y de los servicios mayoristas.

Este es el tipo de servicios al que responde la iniciativa de JPMorgan Coin y muchas otras que nacerán alrededor de distintos modelos de negocio.

Estas innovaciones van madurando junto con la comprensión por parte de los clientes y jueces de la naturaleza de esos contratos, sus intervinientes, grado de transparencia y funcionamiento de la carga probatoria.

-Las criptomonedas en sus distintas versiones

En términos tecnológicos, además de apoyarse en tecnología blockchain, permiten por primera vez “programar el dinero”. Podríamos clasificarlas en tres bloques.

Criptomonedas de primera generación y alta volatilidad.

Estas, como el Bitcoin, difícilmente pueden cumplir con la función de valor de una moneda, ni de unidad de cuenta.

Además, y aunque van extendiéndose el número de comercios y ATM donde en teoría se puede transaccionar con Bitcoins, presentan dificultades para usarse en pequeñas transacciones, dado su difícil fraccionamiento.

Criptomonedas de segunda generación y estables en su cotización.

Entre ellas la Libra de Facebook, que pueden cumplir con la función de mecanismo de cambio y unidad de cuenta, se situarían como una capa de alcance global, con convertibilidad frente a las monedas estado digitales actuales.

Criptomonedas emitidas por un estado.

Las Central Bank Digital Coins (CBDC), permitirían en teoría que los ciudadanos mantuviesen sus depósitos directamente en el banco central en lugar de usar un banco privado como intermediario.

Todas ellas deben aun superar algunas limitaciones.

Regulatoriamente deben superar el debate de la necesidad de aportar trazabilidad y titularidad (respetando la privacidad) para dar cumplimiento a las normativas relacionadas con el control del blanqueo y las actividades de cambio, la ciberseguridad y la estabilidad de su valor.

Regulaciones que además deberían ser globales, lo cual está lejos de ser posible.

En el campo de la ciberseguridad, sin duda deben reducir los niveles de riesgo informático a las que están sometidas, que en estos momentos son muy elevados y lo serán aún más.

En cuanto a su usabilidad, todas ellas requieren de plataformas de distribución y pagos, aun incipientes en su adaptación. Sin olvidar que no es posible usarlas sin conexión a internet, por lo que su “tokenización” y uso como monedero electrónico.

3. Implicaciones.

Para dar respuesta a las inquietudes del mercado, las iniciativas relacionadas con la tokenización y el uso de la tecnología blockchain para dotar de mayores funcionalidades a los servicios financieros avanzarán sin duda a buen paso.

Mientras, las criptomonedas volátiles de primera generación, el apalancamiento encadenado que a partir de ellas se observa y la especulación, puede que tengan que desinflarse para evitar otros efectos secundarios y sean recordadas como las precursoras de los movimientos que posteriormente se consoliden.

El gran debate gira alrededor de criptomonedas emitidas por estados frente a las monedas digitales actuales o frente a las criptomonedas estables privadas.

El debate entre las privadas y públicas tiene entre sus fundamentos en la idea de democratizar la creación de dinero para evitar el abuso de las políticas financieras de los estados que ya describimos más arriba, en la globalización y en la “libertad”.

Sin embargo, disponer de un instrumento de pagos basado en su convertibilidad con las monedas actuales es una cosa, y otra muy distinta permitir la creación de dinero con los riesgos sistémicos de inflación o regresión financiera que ello implicaría y sin instituciones soberanas o independientes que garanticen la independencia y estabilidad de esos instrumentos. Probablemente por alguna de esas razones el proyecto Libra y su equivalente chino, parecen congelados.

En cuanto al debate entre las divisas digitales frente a las CBDC, un Euro frente a un criptoEuro por ejemplo, lo que se plantean son los riesgos, ninguno de ellos menores:

Siendo el dinero el poder del capitalismo de estado, una CBDC añadiría aún más control sobre esa fuente de poder y pondría en manos de los Estados un mayor grado de control sobre los ciudadanos, lo que iría incluso en contra de los fundamentos de un estado moderno (distribución del poder en lugar de concentración).

Es frecuente, pero incierto, decir que los bancos privados pueden quebrar y poner en riesgo los ahorros de sus clientes, mientras que los depósitos en los bancos centrales estarían garantizados. Lo cierto es que los Estados también quiebran y suspenden pagos. Poner los recursos de los ciudadanos en los bancos centrales podría suponer riesgos similares al de la acuñación (si el Estado cobrase comisiones o intereses por esos depósitos) reduciendo el valor de los ahorros de los ciudadanos, o de apropiación en caso de fracaso de las políticas fiscales de un país, de quiebra, o de cambio de los fundamentos ideológicos de un estado (los corralitos y la expropiación de ahorros privados son experiencias vividas recientemente).

Abriría también la puerta a una clara inestabilidad del sistema financiero, al detraer de los bancos privados los recursos que se usan para conceder los préstamos que financian la actividad económica.

Sin olvidar otros impactos sobre los tipos de interés o la volatilidad de las cotizaciones de las divisas.

El escenario actual

1. Proceso histórico de concentración versus atomización

La globalización y concentración de las monedas es un hecho histórico. El número de monedas en Europa antes del nacimiento de los estados nación era mucho mayor al de mediados del siglo XX, que aún se redujo más con el nacimiento del Euro.

Por otro lado, el tipo de cambio como instrumento de maquillaje de la competitividad podría ser un instrumento en vías de muy lenta desaparición.

Este proceso universal de globalización y concentración choca con la atomización que aparentaba producirse con las nuevas monedas.

2. La realidad monetaria y fiscal actual.

El actual capitalismo de estado ha creado estructuras que consumen los recursos y ahorros de los ciudadanos y del sector privado, tanto por su exceso en términos absolutos como por su permanencia (los déficits no se compensan con superávits) e ineficiencia -burocracia, infraestructuras excesivas, costes de gestión política y corrupción-. Algunos estados nación se comportan como soberanos de los recursos de la nación y mantienen sus estructuras a costa de “imprimir” el dinero que sus súbditos deberán reponer con nuevos impuestos a costa de sus ahorros.

En medio de esas peligrosas dinámicas, parte de la Unión Europa se sometió a un nuevo y alto grado de exigencia. El Euro implicaba que los países bajo su órbita dejaban de tener políticas monetarias y de tipo de cambio propias y pasaban a tener políticas fiscales limitadas. Es decir, debían jugar bajo las reglas de la competitividad real internacional.

Sin embargo, las deficiencias estructurales y la ausencia de políticas competitivas pusieron a algunos de ellos en evidencia frente a las crisis del siglo XXI, cuya respuesta ha sido poco ortodoxa. Ante los parones en la economía y a pesar de las grandes deudas y déficits públicos, se incrementó la masa monetaria para reactivar la demanda. Tal incremento de la oferta de dinero ha hecho que los tipos de interés sean negativos, que tal vez hayamos caído en la trampa de liquidez, que exista un riesgo de inflación y que el Euro pueda ser superado por alguna moneda asiática como destino del ahorro, dificultando la financiación de la región.

3. Frente a esas realidades hay que preguntarse si permanecerán y cuál es el posible rol de las nuevas monedas.

Lo primero es preguntarse si permanecerán. Para ello, deberán superar la limitación de su oferta, ajustarse a las demandas de facilidad de uso de los usuarios, ser adoptada por las plataformas transaccionales, adaptarse a la regulación y superar los retos de seguridad derivada de los desafíos cuánticos.

Para todo lo anterior, la fuerza de la innovación y el tiempo ofrecerán respuestas.

Lo segundo es cuestionarse bajo que rol y emisor.

Como instrumento especulativo o de ahorro.

Alrededor de las monedas volátiles habrá quien gane y pierda producto de su especulación.

Un mecanismo de ahorro no especulativo (inmobiliario, oro…) debe presentar expectativas de revalorización en el largo plazo. Sin embargo, la potencial ilimitada oferta tal vez dibuja una curva teórica de bajada de su precio en esos plazos, especialmente si su función es la de ser un mecanismo de intercambio.

 Como moneda de intercambio.

Bajo esa función, las criptomonedas estables son perfectamente útiles, (sobre todas estas y las anteriores ya se han desarrollado plataformas de intercambio). Ahora bien, bajo ciertas condiciones:

Que a un cliente la experiencia de operar con una u otra moneda le resulte tan sencilla como la actual. Hoy los bancos e intermediarios son multidivisa y permiten transaccionar con monedas digitales de forma instantánea a lo largo del globo.

Que aporten ventajas para las plataformas que soportan las transacciones de cobros, pagos y cambios. El cambio de la base tecnológica será adoptado en la medida en que los modelos de negocio lo justifiquen.

Como herramienta de control.

Matar el papel o el metal aporta un grado de control fiscal y anti-blanqueo deseado por los reguladores. Para ello, las actuales monedas son suficientes.

La criptomoneda añade un teórico plus de trazabilidad, pero hoy están lejos de ser tan transparentes como las digitales, al contrario, juegan un papel preocupante a favor de la economía del delito. Estas monedas en ningún caso explotarán en su uso masivo si no aportan el control demandado (fiscal, blanqueo, transaccional, ciberseguridad…) y son decididamente apoyadas por los reguladores (quienes están ya avanzando en ello).

Si así fuese, si la tecnología añadiese más control, sería más fácil imaginar una cripto divisa de estado que una privada extendida y universalizada.

Como palanca de una transformación estructural.

La globalización, las tecnologías en general y la digitalización en particular, están sentando las bases de cambios estructurales en los modelos socioeconómicos y políticos. En esta línea, cabe preguntarse si la innovación que producen las nuevas monedas son una innovación menor, si tienen la fuerza necesaria para modificar las grandes estructuras económicas, políticas y sociales de nuestro tiempo -si tienen la capacidad de modificar el entramado del capitalismoo si en realidad pueden ser un mecanismo al servicio de la profundización del capitalismo de estado.

La moneda es por definición un instrumento, no una política. En el largo plazo la fortaleza de una moneda es reflejo de la salud de una economía, mientras que en el corto y medio es el instrumento de las políticas monetarias y fiscales. Son ésta última y la capacidad de emitir una de las piezas de sustento del Capitalismo de Estado, que requieren a su vez de la confianza y valor internacional de esa moneda y de su emisor. Sin las monedas estado, de los países centrales de las grandes regiones económicas, las actuales estructuras socioeconómicas y políticas afrontarían una gran modificación estructural.

Siendo fundamental el liderazgo y la confianza en una moneda para mantener la política fiscal de un país o región, podemos hacernos varias preguntas ahora que hay bancos centrales y privados hablando de emitir criptomonedas:

¿Veríamos a un banco central de la zona euro emitiendo su propia criptomoneda y generando confianza con ella (p. ej. una criptomoneda nacional o regional compitiendo con el maná del euro para sus cuentas públicas)?

¿Imaginamos a un banco privado, que por definición intermedia -capta pasivo en cualquier moneda y presta, sin asumir el riesgo de tipo de cambio- emitiendo y compitiendo con su banco central? ¿No se limitarán a incorporar las criptomonedas a sus transacciones, en tanto estuviesen adecuadamente supervisadas y apoyadas por los reguladores?

Vista la experiencia reciente en USA y China ¿Creemos que un conglomerado de empresas privadas, de dimensión global, tendría la fuerza geopolítica necesaria para imponer una criptomoneda privada por encima de las actuales divisas estado? Por el momento parece que se han impuesto los estados.

Siendo clave el liderazgo de la moneda central de una región económica frente a sus competidores, para mantener las estructuras políticas y socioeconómicas sin profundas transformaciones, una hipotética pérdida de confianza relativa del Euro -pasar a ser la tercera moneda global- dificultaría sin duda la propia estabilidad de la región.

Si así fuese, cuál es la verdadera arena competitiva ¿La de las nuevas monedas criptográficas contra los “incumbents”? ¿O, la del Yuan contra el Euro, en sus versiones digitales o criptográficas?

China es de las tres grandes regiones económicas la que está más avanzada para dar un salto del yuan digital al criptográfico, ¿facilitaría eso un “sorpasso” al Euro como segunda moneda de referencia?

Y si esos fuesen los desarrollos esperados ¿no estaríamos abriendo las puertas a los riesgos de una profundización del capitalismo de estado?

 

Manuel de Miguel

 

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