Escribir sobre la importancia de la Lengua, o conjunto de signos que adopta una comunidad determinada, es algo que ya han hecho filósofos, lingüistas o antropólogos, entre otros muchos, y otros dicen que es un tema ya trillado pero a tal respecto hay que decir que trillar significa separar el grano de la paja y es, precisamente, la paja la que impide que, en ocasiones, veamos el grano. Lo cierto es que la lengua tiene un inmenso poder como símbolo que une a una comunidad, y es por ello que la esgrimen con orgullo las diferentes comunidades.
Ya Aristóteles hablaba de Lenguaje (o capacidad universal para establecer la comunicación) y a tal respecto decía: “Es el símbolo de los estados del alma, los cuales son los mismos para todos los hombres:” Ese Lenguaje es el que nos debe permitir acercarnos y no alejarnos, como vemos que hacen algunos elementos de la sociedad que nos ha tocado vivir.
Uno de los significados de símbolo, pues de forma indudable la Lengua lo es, en el diccionario es: “Palabra que establece una relación de identidad con una realidad, generalmente abstracta, a la que evoca o representa.” También hay que decir que esa realidad a la que se alude es el estado y cada estado tiene una serie de símbolos, como pueden ser la bandera, el himno o la lengua y debe ser de obligado cumplimiento el conocerla y practicarla, junto a las otras lenguas (en este caso representan a sólo una parte del resto del estado) que en ese estado se hablen.
Volviendo a los símbolos, decía el antropólogo estadounidense Paul Bohannan que “los símbolos son esenciales para la cultura y compartir símbolos es uno de los mayores vehículos culturales” y también decía que “toda lengua necesita de otra cultura pues con el contacto el vocabulario crece” con lo que queda claro que la Lengua es algo que nos enriquece y más cuando somos capaces de no desechar a ninguna.
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Carl Gustav Jung, por citar otro saber diferente al del antropólogo, como médico psiquiatra, psicólogo y ensayista suizo, escribía, con respecto a los símbolos: “Nos damos cuenta de que pueden provocar una profunda emoción en ciertos individuos, y esa condición psíquica hace que actúen en forma muy parecida a los prejuicios… Son integrantes de importancia de nuestra constitución mental y fuerzas vitales en la formación de la sociedad humana, y no pueden desarraigarse sin grave pérdida. Allí donde son reprimidos o desdeñados, su específica energía se sumerge en el inconsciente con consecuencias inexplicables… Tales tendencias forman una ‘sombra’ permanente y destructiva en potencia en nuestra mente consciente. Incluso las tendencias que, en ciertas circunstancias, serían capaces de ejercer una influencia beneficiosa, se transforman en demonios cuando se las reprime.”
Los políticos no deben olvidar que no fomentar y potenciar la lengua supone que en el futuro tengamos individuos que no se vean identificados con ella, como sucede en algunos lugares, por dejación de determinados representantes políticos que no se dan cuenta, por mor del mero hecho de gobernar, que es pasajero, de que la lengua es el instrumento más poderoso que tiene el ser humano para reivindicar sus derechos y necesidades, siendo el vehículo, y nunca mejor dicho, para que nos movamos en un territorio, o estado, en el que todas y todos nos entendamos, aunque no se deben olvidar las otras lenguas que en dicho estado se hablan pero nunca poniéndolas por delante de aquella que nos une. La cultura, y por ende la lengua, es aprendida y debe ser compartida y el no fomentarlas supone alejamiento y no identificación, lo que conlleva rechazo y, en muchas ocasiones, violencia y enfrentamiento.
Afirmaba el antropólogo Conrad Phillip Kottak que: “Las fuerzas culturales más interesantes y significativas son las que afectan a la gente en su vida cotidiana, particularmente aquellas que influyen en los niños durante su enculturación”. Creo que muchos de los políticos españoles, y ahí englobo a los políticos de todo el estado, no han leído a Kottak ni a Bohannan, por sólo poner dos ejemplos, y deberían, aunque sólo fuera por ampliar los conocimientos, leerlos e intentar comprenderlos.
Leo Frobenius, etnólogo y arqueólogo alemán, nos decía que la cultura, y por ende la Lengua, “es un ser viviente”, que necesita de cuidados y atenciones y como tal debe ser tratada, no se puede dejar a criterio de las comunidades educativas y sí que debe ser norma de todo el estado el respetarla y el utilizarla como instrumento vehicular y no como opción porque es ahí donde está el caldo de cultivo para aquellos que mañana romperán mobiliario urbano o quemarán lo que a todos nos beneficia para protestar contra algo que no debieran; sí que entiendo que las otras lenguas también se deben potenciar y mimar pero eso es una cuestión que se aborda con sumo cariño en todas las comunidades, por lo que no es cuestión que deba yo defender pues se defiende, y muy bien por cierto, en todos los lugares en los que haya más de una lengua con la que podamos expresarnos. No nos podemos olvidar que además del YO, en todos los órdenes dela vida y más en Educación, debemos utilizar el NOSOTROS que engloba a todas y todos, sin excepción.