Si yo le dijera a una persona que solo con desearlo mucho puede correr los 100 metros lisos en menos de 10 segundos como si fuese el mismísimo Usain Bolt, seguramente la gran mayoría de las personas me tacharían de loco o irresponsable. Sin embargo, si le dijera a una persona que con desearlo mucho puede ser médico o piloto de avión o bombero, seguramente muchos me dirían que soy un tipo maravilloso y super motivador. Si atendemos puramente al primer enunciado, podemos decir que sin entrenamiento, constancia, sacrificio, espíritu de superación, automotivación, autoconfianza y otro sin fin de habilidades y cualidades más es imposible que alguien se convierta en campeón del mundo de 100 metros lisos por mucho que lo desee, y a cualquier persona que quiera dedicarse al mundo del atletismo le advertiríamos sobre estos aspectos. Sin embargo, con el segundo enunciado no sucede lo mismo. Si alguien nos dice “quiero ser piloto de aviones” o “quiero ser bombero” lo primero que le diremos es que claro que sí, que si lo desea realmente, si lo desea con todas sus fuerzas, lo puede conseguir, porque todos podemos conseguir nuestros sueños y nuestras metas. Curiosamente, no le advertimos de la importancia del entrenamiento, de la constancia, del sacrificio, del espíritu de superación, de la automotivación, de la autoconfianza, de las lágrimas, del dolor…basta con desearlo o soñarlo para que podamos conseguirlo.
En la última década, el pensamiento positivo ha invadido no solo los escaparates de las tiendas y las portadas de las agendas, sino también las corrientes pedagógicas y psicológicas más actuales. La educación emocional se ha convertido así en la gran esperanza para solucionar nuestros miedos y nuestras frustraciones ante un mundo convulso e incierto. Gracias a la inteligencia emocional, cualquier obstáculo se convierte en mínimo y todo lo que deseemos está a nuestro alcance. Sin embargo, este positivismo que se respira en el ambiente, en los anuncios, en las conversaciones de la calle, en las aulas, en la didáctica, parece ser absolutamente ficticio. Veamos algunas cifras.
El suicidio sigue siendo la primera causa de muerte externa en nuestro país. Cada día, 10 personas se suicidan en España, el doble de las que mueren por accidentes de tráfico. Una muerte cada dos horas y media. Impresiona. En el mundo, según la OMS, 800.000 personas se quitan la vida al año y otros miles lo intentan. El suicidio fue el año pasado la segunda causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 29 años, después de los accidentes de tráfico. En los adolescentes de 15 a 19 años, el suicidio es también la segunda causa de muerte entre las niñas y la tercera entre los niños. Obviamente, sería ridículo establecer una sola causa para el suicidio, pero -evidentemente- las dificultades para saber afrontar y enfrentar los problemas de la vida tiene mucho que ver. De hecho, si ustedes buscan en Google “miedo a la muerte” les saldrá unos 150.000.000 resultados, mientras que si buscan “miedo a la vida” les saldrá, curiosamente, 186.000.000. Y es que mucha gente le tiene más miedo a vivir que a morir.
En los últimos años, la falta de preparación y formación de quienes se dedican a difundir la educación emocional o la psicología positiva, tanto en el ámbito sanitario como educativo, ha convertido a estas disciplinas en una especie de religión; una religión donde importa más la fe que la práctica. Con este enfoque totalmente erróneo, lo que provocan en el individuo no es, curiosamente, la felicidad o la consecución del sueño particular, sino la frustración. Y es que no podemos enseñar como ejemplo de la consecución de un sueño la foto de Rafa Nadal logrando su 13º título de Roland Garros sin advertir de las lesiones, de las lágrimas, de las largas tardes de entrenamiento o del enorme sacrificio personal que todo ello conlleva.
Cuando hablamos de positivismo, debemos tener en cuenta dos aspectos absolutamente fundamentales:
- El pensamiento positivo es algo más que una simple actitud.
- El pensamiento positivo por sí mismo ayuda, pero no soluciona los problemas.
Efectivamente, para solucionar los problemas propios de la vida no basta con una actitud positiva, al igual que para correr 100 metros lisos en menos de 10 segundos no basta con una actitud positiva. Por supuesto, está demostrado que es importante y que influye desde el punto de vista incluso biológico, pero para el logro de los objetivos y las metas se requieren otros requisitos. Y ahí es donde entran las fortalezas.
En 1998, Martin Seligman asienta las bases de la psicología positiva, una nueva rama que revolucionaría en ese momento la psicología y cuyo objetivo era estudiar científicamente el funcionamiento óptimo del ser humano. Hasta aquellos años, la psicología se centraba principalmente en lo que no funcionaba bien en el individuo y en cómo mejorarlo. Sin embargo, Seligman ofreció un prisma diferente: había que buscar lo que funcionaba bien y potenciarlo.
Convencidos de la importancia del pensamiento positivo para la mejora de los problemas psicológicos, e incluso vitales, Martin Seligman y Christopher Peterson comenzaron a trabajar desde 1998 en una clasificación “positiva” de virtudes y fortalezas. Su objetivo era hacer una clasificación opuesta al Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM) -que se centraba en las patologías mentales del ser humano-, a la que denominaron como VIA (Values in Action Inventory of Strengths). Finalmente lograron clasificar 24 fortalezas psicológicas universales agrupadas en 6 categorías. Serían las siguientes:
- Sabiduría y conocimiento: Fortalezas cognitivas que implican la adquisición y el uso del conocimiento.
- Creatividad
- Curiosidad
- Apertura de mente
- Deseo de aprender
- Perspectiva
- Coraje: Fortalezas emocionales que implican la consecución de metas ante situaciones de dificultad, externa o interna.
- Valentía
- Persistencia
- Integridad
- Vitalidad
III: Humanidad: Fortalezas interpersonales que implican cuidar y ofrecer amistad y cariño a los demás.
- Amor
- Amabilidad
- Inteligencia social
- Justicia: Fortalezas cívicas que conllevan una vida en comunidad saludable.
- Ciudadanía
- Justicia
- Liderazgo
- Moderación
- Perdón y compasión
- Humildad/Modestia
- Prudencia
- Auto control / Auto regulación
- Trascendencia
- Aprecio de la belleza y la excelencia
- Gratitud
- Esperanza
- Sentido del humor
- Espiritualidad
Para recorrer el camino que nos conduce a un sueño o a una meta, debemos ser conscientes de que dicho camino estará repleto de dificultades y que deberemos enfrentarnos a infinidad de retos. Por ello, tenemos que llenar nuestra mochila primero, de una actitud positiva, es cierto, pero después, de fortalezas que nos ayuden a enfrentar de la mejor manera y con las mejores herramientas esos retos. Lo primero sin lo segundo solo nos dejará en el mismo lugar en el que ya estamos: en la casilla de salida hacia esa meta.