El filósofo español José Ortega y Gasset escribió la siguiente frase enigmática: “No sabemos lo que nos pasa, y eso es precisamente lo que nos pasa”. Antes, el filósofo, político, exceso orador y escritor del siglo I d.C. Lucio Anneo Séneca, afirmó que: “Cuando no sabemos a qué puerto nos dirigimos, todos los vientos nos son desfavorables”. Sabias palabras de dos gigantes del pensamiento que nos llevan a reflexionar sobre lo que nos pasa y hacia qué puerto nos dirigimos.
Actualmente la humanidad se encuentra en el mismo escenario descrito por el filósofo existencialista francés, Jean Paul Sartre, en su mítica obra “La náusea”, publicada en 1938 y considerada de obligada lectura para entender al hombre de hoy.
Roquentin-recordemos- el protagonista de” La náusea”, no tiene amigos, vive solo en un hostal y es el claro reflejo del hombre existencialista, ambivalente y hasta contradictorio en ocasiones; la manifestación del ser humano vacío, solo y consciente de la responsabilidad que cada uno posee sobre sus actos.
Sartre describía de este modo al hombre del siglo XX: “Teledirigido para cumplir con la sociedad, mantener sus leyes y reglas y convivir con lo ya establecido; desenvolverse frente a sus hábitos y costumbres, no olvidar sus responsabilidades, su trabajo, su vida, y día a día cumplir con lo de todos los días. Seres, en definitiva, que al esforzarse por vivir plenamente su existencia olvidan lo que ésta realmente significa, ocultándola con apariencias, búsqueda de superioridad y actos heroicos”.
Una descripción del hombre del siglo pasado que se corresponde fielmente al de siglo XXI: embebido en sus cuitas diarias, absorto en sus volátiles pensamientos mundanos, que reproduce como una fotocopiadora las ideas proferidas machaconamente por los llamados “creadores de opinión” de los medios de comunicación. El hombre actual-como señaló Ortega y Gasset- es “gregarious”, es decir, un ser que ha renunciado a la vida autónoma, adhiriéndose sin criterio a lo que piensan, quieren, hacen u omiten los demás. Es el llamado “hombre-masa” que se ha perdido en el anonimato.
Actualmente el hombre sufre en demasía: sufre de soledad, de problemas económicos, aburrimientos y angustias. El pasado le hiere; el presente le abruma; el futuro le inquieta. Nuestra época es, pues, la de la incertidumbre y el relativismo, sin rumbo ni dirección y puntos de apoyo.
En efecto, hoy, la humanidad, en líneas generales, siente desconcierto e inquietud. Y, como en el cuento del maestro y el discípulo, unos observan la presente realidad con monotonía, rutina y vulgaridad, al modo existencialista y otros, sin embargo, como la oportunidad para un cambio de rumbo y de transformación, al modo positivista. En todo caso, con consciencia o sin ella, el gran barco de la humanidad surca el océano en alguna dirección. ¿Cuál?.
Actualmente la humanidad se encuentra en una encrucijada. Se halla ante dos caminos: El camino del llamado “Transhumanismo Universal” y el camino del llamado “Nueva Conciencia Global”. Se suele mencionar como “explorador” del primer camino a Aldoux Huxley y su obra “Un mundo feliz”. Para el segundo, Eckhart Tolle y su obra “El poder del Ahora”.
El significado contemporáneo del término “transhumanismo” fue forjado por uno de los primeros profesores de futurología, Fereidoun M. Esfandiary conocido como FM-2030. Fereidoun pensó en “los nuevos conceptos del humano” alrededor de 1960, identificando a las personas que adoptaban tecnologías, estilos de vida y visiones del mundo diferentes a las tradicionales. En torno al año 1990 el filósofo norteamericano, Max More, creó un grupo de intelectuales en California, que articuló los principios del “transhumanismo” como una filosofía futurista.
Durante todo este tiempo, la visión transhumanista, Influenciada por trabajos literarios y audiovisuales de ciencia ficción, ha generado partidarios y detractores. Por ejemplo, el “transhumanismo” ha sido descrito por Francis Fukuyama como “la idea más peligrosa del mundo”. Ronald Bailey, sin embargo, considera que es un “movimiento que personifica las más audaces, valientes, imaginativas e idealistas aspiraciones de la humanidad”. Y ciertos autores consideran que la humanidad ya sería “transhumana”, porque los progresos médicos en los últimos tiempos han alterado de manera significativa nuestra especie.
Los “transhumanistas” consideran que esta tendencia es inevitable y creen posible la transformación del “homo sapiens” en un nuevo modelo, mejor, más inteligente y con más capacidades físicas y cognitivas. Sueñan con la posibilidad de mejorar nuestra capacidad cerebral con dispositivos y de dejar atrás a nuestros frágiles cuerpos.
El segundo camino-el de la “Nueva Conciencia Global”-descansa sobre tres pilares básicos: el predominio de la introspección sobre la extroversión, la focalización en el presente y el predominio del poder del espíritu sobre la materia.
En primer lugar, esta visión, apoyada sobre el actual paradigma de la física cuántica, comprende que la realidad exterior no es más que un reflejo de la realidad interior. Por lo tanto, de acuerdo con este postulado, para trasformar lo de fuera, antes hay que transformar lo de dentro. El mundo cambia si tú cambias, afirman los integrantes de este movimiento conciencial. También que “Creer es crear”, una de sus afirmaciones más representativas, en consonancia con el principio cuántico de que “lo observado” es un reflejo del “observador”.
En segundo lugar, el individuo focaliza su atención en el presente. Nuestro poder-afirman- no está ni en el pasado ni en el futuro, sólo en el aquí y en el ahora, en el eterno presente. Además, desde el presente es posible sanar el pasado y construir el futuro.
Y, en tercer lugar, la nueva conciencia reconoce el papel preponderante del espíritu sobre la materia. Desde esta perspectiva nuestros cuerpos y nuestras mentes no son nuestra esencia verdadera, sino vehículos o artificios de la Consciencia. Nuestra verdadera esencia, inmutable y eterna, es “El Ser” o “Consciencia”. Desde esta concepción el propósito esencial de cualquier ser humano es precisamente alcanzar la iluminación o verdad esencial: ¡Que formamos parte de la esencia divina!.
La “Nueva Conciencia Global” preconiza una nueva espiritualidad, diferente al de las ancestrales religiones. Considera que las religiones establecidas se conforman a base de construcciones dogmáticas, donde el individuo debe aceptar sus postulados de forma inquebrantable. Sin embargo, “la nueva espiritualidad” permite al individuo construir su propia relación con la divinidad o energía inmanente.
“La Nueva Consciencia Global” no es una nueva forma de vivir, ni una filosofía, ni ninguna nueva religión. Tampoco una creencia. Es, más bien, un trabajo de autodescubrimiento, de un viaje interior. De conexión con el Todo y todo lo creado.
Los que se sienten parte integrante de esta “Nueva Conciencia Global” hablan de cambio, de nueva conciencia, de nueva era. Hablan también de la creación de una amplia masa crítica necesaria para que el cambio se produzca. Buscan en talleres, cursos y conferencias espirituales; en libros de autoayuda; en diversos trabajos audiovisuales o en contactos extraterrestres. Estudian a los grandes maestros orientales y occidentales con el afán de encontrar las guías de una nueva forma de ver y pensar, de nuevos paradigmas que les ayuden a transformar este mundo caótico en un mundo de armonía y amor universal. Creen firmemente en el poder del Ahora y en que un mundo nuevo es posible.
Bien. Pero: ¿Cómo encaja la “Nueva Conciencia” en la perspectiva material y utilitarista de nuestros días?; ¿Puede haber conciliación entre la “Nueva Conciencia” y “El Transhumanismo”?. Por lo apreciado hasta ahora, podemos avanzar que no se aprecia ningún signo de incompatibilidad entre ambos enfoques.
La “Nueva Conciencia Global” no propone el enfrentamiento contra el mundo material y biotecnológico actual. Convive con él. Alimenta la necesidad de despertar de la “matrix”, pero no lucha para sustituir una conciencia por otra.
El movimiento transhumanista, por su parte, trabaja para mejorar a la humanidad por medio de la tecnología para llevarla a estadios de mayor inteligencia, longevidad o felicidad. En su seno se debaten ya otros aspectos como los éticos, sociales, económicos, filosóficos, o espirituales. Plantean abiertamente el diálogo con las tradiciones religiosas, las nuevas formas espirituales y las posturas agnósticas o ateas. Entienden que se trata, en definitiva, de encontrar los valores humanos comunes que ayuden a solucionar los desafíos de la sociedad biotecnológica. Algo así como la creación de un “humanismo avanzado”. Proponen la redacción de una nueva Declaración Universal de Derechos Humanos, que mejore incluso la actual. Se trataría de la redacción de una ética global, válida para resolver los grandes desafíos que plantea la globalización tecnológica y la gobernanza mundial, en relación con la condición humana. Y es que en la época de los ciborgs y la inteligencia artificial habría que seguir preguntándose qué es el ser humano y qué es la conciencia.
Por lo tanto, los dos caminos que se presentan actualmente al hombre de hoy puede converger perfectamente en un mismo punto. Podremos transitarlos en perfecta armonía sobre la base, eso sí, de unos principios básicos compartidos globalmente, inspirados a partir de la sabiduría perenne de las cosmovisiones de las diversas tradiciones religiosas y espirituales de la humanidad, y de las distintas aportaciones de las corrientes del pensamiento humanista secular.
Hay, pues, motivos para la esperanza, a pesar de que cuatro años antes de morir, el científico Steve Hawking, dejara esta advertencia a la Humanidad: ”El desarrollo de una inteligencia artificial completa podría significar el fin de la raza humana”. En este caso, habrá que apelar a la secular capacidad de adaptación del ser humano y su poder de reinvención. Para ello, tendrá que cultivar su interioridad, conectando su cerebro con su corazón.
José Antonio Hernández de la Moya
Periodista, productor audiovisual, formador