Todo en la vida es aprendizaje, y son los momentos difíciles los que nos brindan oportunidades de cambio. Incluso en lo más profundo de la oscuridad, quien sabe buscar halla un punto de luz. Este virus nos ha puesto frente al espejo colectiva e individualmente, depende de nosotros que aprendamos y aprovechemos la oportunidad que se nos brinda. Estos días de confinamiento deberían servirnos como catarsis, un paréntesis en nuestra desquiciada vida necesario para dar un paso atrás y reflexionar sobre nosotros mismos.
El ser humano, con su invencible tecnología, su estructurada y sofisticada sociedad, ha sufrido un duro golpe como especie dominante. Un diminuto e invisible virus ha tumbado de un plumazo nuestra sociedad, nuestros hábitos. La naturaleza en un abrir y cerrar de ojos ha borrado buena parte de la peor huella humana: Los canales de Venecia limpios y llenos de vida, el aire puro inundando las grandes ciudades, animales salvajes recorriendo calles vacías y reclamando lo que siempre fue suyo, el frío asomándose a una primavera de la que había sido expulsado… No, no somos dioses, ni tan siquiera gigantes con pies de barro y esa es una lección que debemos aprender: Humildad. No hay más camino que adaptarse a la naturaleza, la otra opción nos avoca al precipicio.
“¡Pero si el rey está desnudo!”, ninguna frase como esta del maravilloso cuento: El Rey desnudo de Hans Christian Andersen puede reflejar mejor la sociedad que el ser humano ha creado. No puedo dejar de pensar en ella cada mañana cuando escucho el piar burlón de los pájaros, ayer sepultado por el ruido ensordecedor del ser humano. En occidente se cacarea sobre la robustez del sistema, de las oportunidades que nos da, los grandes logros conseguidos y al primer contratiempo serio vemos como todo se tambalea como un castillo de naipes. La mayoría de la humanidad dedica sus esfuerzos a conseguir metas absurdas creadas por un estilo de vida lleno de necesidades vitales banales y que esta pandemia ha desnudado.
Vivimos en una sociedad que tiende a un individualismo completamente ineficaz en los momentos de verdadera necesidad. El yo y ahora nos lleva más pronto que tarde a la extinción pues la naturaleza no entiende de fronteras, política o clases sociales, ella es cruda, sincera… y paciente. La supervivencia exige que actuemos como uno solo. Si olvidamos que fue así como salimos de las cavernas… regresaremos a ellas. El virus no es un accidente, es parte de la vida… y la naturaleza no se detendrá porque nosotros lo deseemos. Más pronto o más tarde volverá a suceder otro evento global y depende de nosotros como afrontar los desafíos mundiales, unidos como un bloque o separados. La naturaleza sólo ha estornudado y el ser humano ha temblado, no deberíamos jugar con fuego.
Junto a esta desgracia se nos ha regalado la joya más valiosa que jamás encontraremos, pues es escasa y cara: el tiempo. Y ahora que lo tenemos en abundancia, muchos de nosotros no sabemos qué hacer con él. La vida es más que esta rutina nociva que nos hemos autoimpuesto de trabajar de lunes a viernes y comprar los sábados. Vamos tras un vellocino de oro que no nos puede proporcionar la felicidad que tanto ansiamos pues lo más valioso que tenemos es el tiempo que se nos ha dado y hemos olvidado saborearlo.
Ya no valoramos la paz y la calma. Aprovechemos este tiempo para recordar lo que de verdad es importante, pues son esos pequeños momentos que se graban en nuestra mente los que recordamos con una sonrisa en los labios. Aprendamos de la amargura y del dolor, pues estos nos forjan, nos hacen crecer… nadie como ellos para quitarnos esa capa inexistente con la que creemos ir vestidos y hacernos entender que estamos desnudos. Otra paradoja de estos días y que nos enfrenta al reflejo que nos devuelve el espejo, es que nunca antes hemos estado tan cerca los unos de los otros estando tan separados. No lo olvidemos y no volvamos a caer en los mismos errores, no malgastemos nuestro tiempo y usémoslo para acumular momentos, no objetos inanimados que nada nos van a aportar más allá de unos pocos segundos de placer.
Es el momento de aprovechar esta oportunidad que se nos ha regalado. Demos un paso atrás y reflexionemos sobre lo que estamos haciendo: En qué mundo queremos vivir: ¿El sucio o el limpio? En qué clase de sociedad queremos vivir: ¿En la que impere el sálvese quien pueda, la que nos dice que dejemos morir a nuestros ancianos para salvar la economía o la que se preocupa por su vecino, la que valora las cosas importantes? ¿Volveremos a idolatrar a futbolistas o seguiremos dando esos aplausos a los que nos están cuidando? ¿Es la vida que llevamos, llena de stress y prisas en la que no disponemos de tiempo ni para nosotros mismos la que queremos? Busquemos en nuestro interior quienes somos, quienes queremos ser y de qué manera conseguirlo, seamos honestos con nosotros mismos. No, no es sencillo y desde luego no lo ponen fácil para que sigamos nuestro verdadero camino en la vida, ¿pero acaso no vale la pena intentarlo?
José Luis Tarazona
Escritor