La Reconstrucción

El Profesorado sabe cómo evaluar “El Curso del Coronavirus”. Juan José Arévalo

Osho, filósofo de origen indio, decía que la existencia sólo sabe del presente. El pasado ya se ha ido y el futuro no ha llegado y entre los dos te pierdes lo real: el presente, el ahora.

No ayuda al profesorado, ni al alumnado, ni a sus familias, la incertidumbre que se viene planteando sobre cómo acabará el final del curso. Porque esa incertidumbre supone inacción para los agentes implicados, al entender que se tomará una decisión que resolverá ese enigma que ha supuesto que la educación a distancia sustituya temporalmente a la educación presencial. Porque, es importante recordarlo, el sistema educativo no se ha detenido. Está en una fase de adaptación y va ofreciendo respuestas; porque las tiene.

En la respuesta a esa incertidumbre se enfrentan distintas hipótesis, basadas muchas de ellas en la opinión que, sus autores, tienen sobre el significado de la educación. Muchas opiniones, para apoyar la propia interpretación de lo que debería ser la educación, enfrentan lo académico y el aprovechamiento, con lo emocional y el bienestar individual. Aspectos, a mi entender, todos ellos recogidos en el conjunto de principios y fines que persigue el sistema educativo.

Porque, para muchos, la educación, aunque esté regulada en un cuerpo jurídico es un constructo siempre objeto de interpretación para su aplicación.

Hoy, en este trágico presente, parece que hemos descubierto una brecha, que llamamos digital, para identificar en ella a un grupo de alumnos desfavorecidos. Sería aquel alumnado sin conectividad para seguir este modelo de enseñanza a distancia. Pero el drama, es que la mayoría de ellos estaban ya desconectados del sistema presencial, por su brecha social, económica y educativa.

Ante esta brecha, que viene del pasado, reclamamos decisiones audaces para resolver con equidad este grave problema actual y esperamos la propuesta (no vinculante) del Consejo Escolar del Estado, la de la Conferencia Sectorial, y posteriormente la del Gobierno de España y la de la Comunidad Autónoma. Será la fuente que nos resolverá el dilema de cómo terminar este curso o eso se piensa por una parte de la comunidad educativa.

Pero el pasado si bien se ha ido, según el filósofo, trajo la sombra de la inequidad al sistema educativo español, antes de esta crisis sanitaria, con cierta naturalidad en forma de repetición y de abandono escolar, de la que somos una de las principales referencias en la OCDE.

El escenario, por tanto, es conocido. Y una crisis puede ser también una oportunidad para cambiarlo. Porque el profesorado, con la colaboración de la inspección de educación, tiene la información suficiente, fiable y válida para adoptar las decisiones en materia de evaluación que correspondan a este tercer trimestre.

Contribuye a generar mayor confusión los titulares de algunos periódicos que no coinciden con la letra pequeña de lo publicado. Así se pone de ejemplo a Italia, señalando que ha concedido un “aprobado general”, cuando lo que se informa es que se ha decidido la promoción del alumnado con las calificaciones que hubiera otorgado el profesorado (suspenso o aprobado) y que el curso que viene se va a utilizar para recuperar los aprendizajes no superados.

Y ahora hablemos del bienestar emocional de los alumnos y de su desarrollo integral.

Hoy tenemos alumnado con problemas de conectividad, niños y niñas que no ven a su padre o a su madre porque están aislados por su condición de sanitarios, o por una enfermedad, jóvenes que han perdido a un familiar, familias que viven con angustia la pérdida de su puesto de trabajo, etc…

¿Alguien piensa que el profesorado que, además, vive esta situación como una familia más, no tendrá en cuenta en esa valoración del rendimiento académico, las circunstancias personales y sociales de sus alumnos? ¿Es necesario recordar que ya está reconocido desde el año 1985 el derecho del alumnado a  recibir las ayudas y los apoyos precisos para compensar las carencias y desventajas de tipo personal, familiar, económico, social y cultural?. Ya está escrito, sólo falta aplicarlo e incorporarlo a esa evaluación que cerrará el curso. Porque recordemos que para calificar, previamente hay que tener información objetiva y fiable, atendiendo a las condiciones personales del alumnado, en estas condiciones excepcionales.

El profesorado sabrá hacerlo en estas circunstancias, porque el sistema ya le ofrece esta respuesta, al señalar la necesidad de ofrecer una solución educativa diferente a la ordinaria, en las circunstancias excepcionales en la que nos encontramos (artículo 71 de la LOE). Porque el contexto del alumnado es determinante para que el alumnado pueda alcanzar el máximo desarrollo posible de sus capacidades personales. Y el profesorado tiene un acceso directo al conocimiento de ese contexto excepcional que viven en este presente, en distinto grado, los alumnos y las alumnas.

Más que nunca, es obligado acceder a los datos del ambiente familiar y social del alumnado en estos días para evaluar con equidad al alumnado. Recordemos la accesibilidad que el profesorado tiene a estos datos (disposición vigesimotercera de la LOE), para el ejercicio de su función educativa y orientadora.

Al final, será el profesorado en el ejercicio de la discrecionalidad técnica que le concede la libertad de cátedra, amparada por la Constitución española y las leyes orgánicas (artículo tercero de la LODE y 91 de la LOE), quien tomará las decisiones en materia de evaluación, en este curso con coronavirus, orientando su realización con los fines educativos, de conformidad con los principios establecidos en la Ley.

Pero el tiempo corre y es necesario ajustar la planificación, el desarrollo del proceso de enseñanza y aprendizaje y la evaluación a estas nuevas circunstancias. Y todo eso está en la programación didáctica. Se hace necesario un ajuste no burocrático, que adecue, el tercer trimestre, con la nueva situación. Redefinir los aprendizajes imprescindibles, las tareas educativas e instrumentos de evaluación asociadas a los criterios de evaluación que puedan ser objeto de valoración, en estas condiciones, y los criterios de calificación.

Por eso, mejor hacer caso al filósofo y confiar al profesorado la gestión de la realidad, del presente que se presume largo y próximo al futuro, con el apoyo y colaboración de la inspección de educación; porque sabrán cumplir con los principios y fines del sistema educativo, entre los que ya se encuentra el pleno desarrollo de la personalidad y de las capacidades de los alumnos.

Juan José Arévalo Jiménez

Inspector de Educación en Toledo